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Channel: Colecciones Teatrales

Gracias Kado por este recuerdo de Pedrito Rico

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¡QUÉ RICO, PEDRITO!




Veinticinco años se cumplieron de la muerte de Pedrito Rico. Recordamos aquí al Ángel de España, con sus dedos cargados de joyas, resplandeciendo a lo loca en las páginas cholulas de Radiolandia o bajando cual diva la escalera del teatro de revistas.


Por Kado Kostzer


”¡Pedrito Rico!” (léase con tono burlón) El insulto fue proferido por un alumno de 4º grado de la Escuela Justo José de Urquiza de Tucumán a un compañerito. La víctima soportaba la cruz de una promesa hecha por su señora madre a otra señora, la Nuestra de la Merced: su hijo llevaría por diez años el pelo largo hasta la cintura. En mi infancia, ¡Pedrito Rico! definía a los chicos sensibles que evitaban peleas, que preferían el cine al fútbol y cuyos guardapolvos estaban siempre impecables.
En la primavera europea de 1988 yo escribía en Valencia Taxi, al Rialto, un espectáculo de musichall. Con mi amigo mexicano Sergio García-Ramírez y una pareja –hoy disuelta– de actores catalanes: la encantadora Montse Guallar y Lluís Homar (el ciego de Los abrazos rotos y el ex cura de La mala educación de Almodóvar), en la terraza de un café, una repentina ráfaga interrumpió nuestra conversación: el paso de un ángel, el Angel de España de colorido sport. “¡Pedrito Rico! (léase con tono admirativo). Yo lo invito a sentarse con nosotros”, dijo decidido el apuesto Lluís.

A Pedrito le complació la mesa: gente de teatro de Cataluña, México y la Argentina, lugares donde siempre había sido bien recibido. Haciendo despliegue de su simpatía, nos contó grandes proyectos. Aunque su apariencia había perdido el brillo de antaño, no parecía enfermo. Apenas abandonó nuestra más que curiosa compañía para seguir su trayecto –estaba de paso por la preciosa ciudad del Levante–, con bastante mala intención comentamos que parecía Julio Iglesias recién salido de una orgía. Ninguno de los cuatro imaginaba que poco después, el 21 de junio, moriría en Barcelona víctima de la tristeza provocada por la reciente desaparición de su madre y una anemia. Tenía 56 años.

Hijo de un carnicero y con la perspectiva de tener que cortar solomillos el resto de su vida, Pedrito se decidió por el artisteo, dejando un hueco en el coro de la iglesia de su alicantina Elda natal. Cambió el ensangrentado delantal de la carnicería y el más favorecedor traje de monaguillo por blusas de vaporoso vuelo, primorosas botitas con tacón, capas alamaradas, ostentosos aderezos y ajustados pantalones que realzaban su cinturita de avispa y sus tentadoras nalgas. Su referente a seguir fue el entonces popular Antonio Amaya, El Gitanillo de Bronce, que a su vez copiaba al inmenso Miguel de Molina.

Pedrito Rico en Uruguay
El ridículo marco moral del franquismo no era el más propicio para esa silueta cimbreante y provocativa, ni para cultivar un repertorio escrito en muchos casos para voces femeninas: “Dos cruces”, “Mi escapulario”, “La Zarzamora”, “El beso”... En 1956, luego de su exitoso debut en Valencia, corroborado en Madrid, el veinteañero Pedrito emprendió en la tercera clase del buque Enrique Dodero viaje a la fama. En su presentación en Romerías del Teatro Avenida, el público porteño lo adoptó incondicionalmente. Era lógico: Miguel de Molina, el padre de esos hijos artísticos bastardos, había iniciado su adiós a los escenarios de sus triunfos argentinos.



En la pantalla grande


El cine no podía ser ajeno al atractivo que ejercía Pedrito en el público. Enrique Carreras en 1957 le brindó un rol estelar en El Angel de España. Cinco años antes, Miguel de Molina había tenido su monumento de celuloide en Esta es mi vida de Viñoly Barreto. 
Ambos films difieren enormemente. En la ficción de Miguel, el amor está focalizado en la madre dejada en la lejana España y en el deslumbramiento por el arte de una de las muchachas de su compañía (Argentinita Vélez), astuta manera de esquivar el tema de la homosexualidad. En la película de Carreras –además del exaltado Edipo– se disputan al Angel las desangeladas Elcira Olivera Garcés (entonces mujer del guionista Santa Cruz) y Mercedes Carreras (prometida del director). La primera, una viuda aristocrática que, dado su rango social, siempre luce sombrero o tiara y está envuelta en estolas o capas (gentileza de Pieles Orlandini). La otra, una aplicada estudiante de Medicina que al final logra el corazón de Pedrito y el derecho a lucir ella también una estola de visón (según parece, Orlandini era muy generoso y confiado con los canjes publicitarios). Mientras que los números musicales de Miguel –obra del iluminador Etchebehere y del propio artista– son elaborados e imaginativos, los de Pedrito ostentan una extrema pobreza y están filmados con chatura. En un film es notoria la presencia, detrás y frente a las cámaras, de un gran creador que apela a la ambigüedad; en el otro, un intérprete obvio al servicio de una españolada gris.


La escalera es mía


En la TV en blanco y negro de mi niñez vi a Pedrito en varias oportunidades. En vivo sólo una vez –en 1970, creo–, invitado por Mimí Pons, que encabezaba con él una revista de verano. El espectáculo, armado a la ligera, sumía en sopor. La aparición, deliberadamente tardía, de Pedrito fue la salvadora inyección de vitalidad deseada. Sus atuendos coloridos y recargados provocaron muchos ¡oh! de admiración en la platea de señoras con peinado batido de peluquería. Las pioneras bobby-soxers de Frank Sinatra o las nenas de Sandro no tenían histeria alguna que envidiar a las “ricuritas” de Rico, cuya voz no estaba en su mejor momento, pero sólo yo –de puro criticón– lo noté. No obstante, su dominio de la escena y el estilo almibarado y cursi resplandecían intactos, casi potenciados. Lo más notable era la comunión que establecía con las adictas que gozaban con sus evoluciones de una afectación ibérica, ya en esa época pasada de moda. Lo más curioso del espectáculo fue que Pedrito se atrevió a transgredir el tradicional ritual de la revista y en el “gran final”... ¡era él quien bajaba la escalera pleno de brillo! A la sumisa Mimí no le quedaba más remedio que salir a saludar por un lateral con la mano extendida para recibirlo unos segundos antes de que los piecitos del divo tocaran el escalón final. ¡Pedrito! (léase con tono exultante), ¿quién te quita lo bajao?

El Angel y la diablesa


En los ’60, las páginas color bronce de la farandulesca Radiolandia exhibían fotos de Pedrito con Jayne Mansfield en Las Vegas. La bomba sexual, que en sus comienzos había sido una seria rival de Marilyn Monroe, se veía prematuramente decadente, pasada de copas y de kilos. Un Pedrito –de sexy camiseta musculosa– dispuesto a sacar leña del árbol casi caído había posado con ella prodigándole mil besos que un paparazzo cómplice registró. La nota hablaba de flechazo, de un contrato millonario en Hollywood... ¡y hasta de matrimonio! Seguramente la infortunada Jayne –murió a los 34 años decapitada en un accidente automovilístico– nunca supo del hispano Angel que la abrazó, ¡a ella, que según la leyenda era sacerdotisa de una secta satánica! Este “romance” se sumaba a los inventados con una juvenil Graciela Pal y con la starlet alemana Marlene Rahn.


Aunque nunca se le confirmó un amante masculino –el cotilleo español mencionaba a un tal Miguel de Mairena y las indiscreciones locales a dos cracks del fútbol–, el nombre de Pedrito de vez en cuando aparecía ligado a violentos incidentes ocasionados por encuentros con indeseables compañías. Ya borradas por el tiempo, recuerdo crónicas vespertinas –teñidas de homofobia– que hablaban de abuso deshonesto a un adolescente, cocaína, robos y lesiones a su angelical anatomía.


En 1980, la democracia española, cargando la culpa de la casi marginalización que había sufrido durante el franquismo, le otorgó la Medalla al Mérito en el Trabajo. Asimismo, el Museo Etnográfico de su pueblo natal atesora discos, trofeos, fotos y vestuario de su ahora hijo dilecto. Hoy, a veinticinco años de su muerte, Pedrito sigue siendo noticia. En las recientes fiestas valencianas se le quiso rendir homenaje en las fallas con su busto en la alegoría gay. Sus hermanas Carmen y Soledad rechazaron ofendidas el sincero tributo. Otras mujeres –encubridoras, cómplices, protectoras y amigas– lo rodearon: Flori Antar, la señora de Chouzas, su representante y Marta Améndola, sacerdotisa que aún vela para que la llama de Pedrito sea eterna. Lo es, Marta.

Por gentileza de Kado Kostzer y Moira Soto de "Damiselas en apuros"

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Sara Montiel


¿hay una sola?





Por Kado Kostzer


Quizás las características de su signo astral llevaron a María Antonia Alejandra Vicenta Elpidia Isadora Abad Fernández a diversas reencarnaciones. Es decir que, como el agua que rige piscis, se acomodó al recipiente que la contenía en cada etapa de una nada aburrida vida artística y personal.

Su debut en 1944, con el nombre de María Alejandra, en Te quiero para mí no pasó desapercibido y le siguieron una serie de pequeños roles en films de cierta importancia, casi siempre rubia y con la presencia en el reparto del entonces bien conocido Fernando Fernán Gómez. En ellos ya es Sara Montiel. La gran oportunidad llegó a los 20 años, en 1948, con Locura de amor, donde Aurora Bautista le aportaba unas cuantas pizcas más de locura a su desquiciada Doña Juana. Sara, sobria y casi distante actriz, pero muy bella y relajada, es su rival, mora en el corazón de Felipe el Hermoso interpretado por Fernando Rey. El gran éxito de este melodrama seudohistórico de Juan de Orduña en España y América Latina llamó la atención de la prolífica industria mexicana del cine y Sara acudió presurosa. Aquí termina su primera etapa.


Buena chica en México


Fiel a su premisa autoimpuesta “donde fueres haz lo que vieres”, Sara llegó a México en el rol de perseguida por el franquismo, como intelectual de izquierda y se pegó a la elite de verdaderos exilados republicanos que habían encontrado allí su hogar. En los films perpetrados en los Estudios Churubusco pasó a figurar en los títulos como Sarita, muy adecuado a los roles de buena chica que le asignaban. En esos melodramas o comedias campiranas fue el objeto de deseo de los galanes de turno y especialmente -en tres oportunidades- de Pedro Infante, cuya luminosidad era casi comparable a la de la recién llegada gachupina. Atrás en su España natal había quedado Miguel Mihura, experimentado dramaturgo que, además de amante, fue su mentor.

En el México de comienzos de los ’50 ni su mismísimo presidente fue insensible al magnetismo de Sara. Cuentan los memoriosos que ese rostro, adorado luego por el Eastmancolor, recibió un par de rebencazos propinados por la temperamental Primera Dama en un ataque de celos.

Catorce films y la nacionalidad mexicana -lo que le permitía ¡divorciase!, algo imposible para el resto de los españoles- fueron el saldo y el fin de esta etapa.


Starlet latina en Hollywood


Quizás los contactos del poderoso Miguel Alemán -inventor del mítico Acapulco- sirvieron para que Hollywood le abriese una puertita. En el western Veracruz de Robert Aldrich de 1954 compartió honores con Gary Cooper y Burt Lancaster. Nada mal. Su presencia es radiante. Le siguieron Serenata con Mario Lanza, Joan Fontaine y Vincent Price y El vuelo de la flecha donde fue doblada por Angie Dickinson. Sus roles en el firmamento hollywoodense parecían ser los de furibundas latinas, como en las dos primeras películas, o de india sioux, como en la tercera. Pero Sara no estaba desprotegida. Munida de su pasaporte mexicano había contraído enlace con Anthony Mann -director del más clásico cine americano- que, rendido ante sus encantos y habilidad culinaria, había dado el sí ante un juez. Entre uno y otro film la bien casada starlet deambulaba por las galerías de la Warner, de la Paramount y de la Universal fotografiándose -en el mejor estilo Figureti- con las celebridades de Hollywood, incluidos los difíciles Marlon y Jimmy Dean. ¡Coño!


Cantante y mujer fatal del franquismo


En 1957, un viaje a España para visitar a su manchega familia le cambió el destino nuevamente bajando el telón sobre el breve período en la Meca del Cine. El guión de un film musical, El último cuplé, que como la falsa moneda iba de mano en mano sin que ninguna de las folclóricas del momento se lo quedara, recayó en Sara. En las canciones sería doblada. A último momento la paupérrima producción no podía pagar a una profesional que grabara el play-back y la Montiel fue prácticamente obligada a cantar los temas de la célebre Raquel Meller. Lo hizo con sorprendente buen gusto, gracia e intención. La legendaria cupletista sentenció: “Sara Montiel me imita, canta mis canciones, además tiene voz de sereno”.


Estreno de La Violetera en Madrid
Estrenado durante el insoportable verano madrileño, el film de su viejo conocido Juan de Orduña fue un resonante éxito sorpresa. Había que aprovecharlo. Reinstalada en la España de Franco, Sara se olvidó de sus amigos rojillos para convertirse en atracción internacional de boletería durante más de una década personificando a la buena chica convertida en mujer fatal y ¡cantante famosa! En 1971, para Sara el cine y su galán-amante frecuente, Maurice Ronet, eran cosas del pasado. Inició entonces una era prolongadísima de presentaciones personales cantando por el mundo. ¡Otra! etapa de su carrera que solo la muerte cerró en el 2013.

Su Majestad


Con la restauración de la monarquía española la Saritísima de la época del Generalísimo utilizó sus iniciales SM para asociarlas con Su Majestad, fue entonces cuando casi invariablemente en su lustrosa cabellera se instalaron tiaras, diademas y muchas veces collares que cambiaban el escote para coronar tan célebre testa. En su álbum de notables tampoco faltaron las imágenes de Sara, su marido/manager Pepe Tous y los dos hijos adoptivos de la pareja con Sus Altezas Reales, Doña Sofía y Don Juan Carlos, quien prefirió en este caso los dinosaurios a las cacerías de elefantes.

En los albores de los ’80 -pleno destape español-, esas mismas afortunadas iniciales SM servirían para una nota gráfica en Hola: Sara ¡SadoMasoquista! Allí lucía el leather-look: botas hasta el muslo, correas, tachas, peinado punk, labios negros y amenazante látigo. Aunque su actitud era temeraria, la familia española -cocinando el sofrito o leyendo el tebeo en el tresillo- admiraba la capacidad de su mito nacional de reinventarse de acuerdo a las modas. ¡Qué tía esta, Doña Sara de la Mancha!

Desde su inicio, el fenómeno Sara Montiel trajo consigo verdaderas legiones de “saritófilos”. Estos especímenes se dividían en incondicionales y en cuestionadores que a pesar de su admiración no excluían dosis tolerables de ironía y sorna. En este último grupo, además de adjetivos como “camp” y “kitsch” -ajenos al diccionario de la Real Academia-, circulaba la leyenda de que antes de iniciar cada película Sara se sometía a un severo régimen de adelgazamiento para llegar al set impecable. Previsores directores como Amadori, Tulio Demicheli, Rafael Gil o Mario Camus privilegiaban en la primera semana de filmación los planos generales donde se la viese de cuerpo entero ya que la silueta iba ensanchándose a medida que transcurrían los días. Una vez protegidos, se dedicaban a tomas más cercanas donde los armoniosos rasgos y la fabulosa piel de Sara -realzada por iluminadores importados de la Ciudad Luz- lograban close-ups que dejaron sin respiración a dos generaciones.


La perseverancia del mito


Una fotografía publicada en Interviu tomada
con zoom mientras navegaba en su barco
que causó un escándalo.
El programa souvenir de uno de sus shows -una verdadera joya- es bastante representativo de la vocación de la Montiel por el arte de sublimar. Bastan tres ejemplos divertidos: en la lista de salas donde la diva hizo sus shows, nuestro Cine-Teatro Opera figura como Teatro de la Opera de Buenos Aires. Es decir, invitaba al espectador ignorante a suponer que había cantado en el equivalente del Metropolitan de Nueva York o de la Scala de Milán. Muy astuto.

Ladislao Vajda, un tenaz artesano húngaro que aportó su oficio al cine español de los ’40 y ’50 -murió sorpresivamente en 1965 mientras filmaba con Sara Cada noche un amor sin que nadie la culpase del infarto-, pasó en su filmografía oficial a figurar simplemente como ¡Wajda! Una confusión oportuna teniendo en cuenta el prestigio del que gozaba el polaco Adrzej Wajda por La tierra prometida, Cenizas y diamantes y El hombre de hierro.

La foto donde se la ve con Hitchcock en el set de El hombre equivocado ostenta al pie la leyenda: “el rey del suspense, otro gran amigo y admirador de Sara”. ¡A tomar por culo, princesa Grace Kelly!


En la década del ’90 -ya Saritona-, se mostraba reflexiva como Freud, estratega como Churchill, revolucionaria como el Che, pícara como Groucho Marx y voluminosa como Orson Welles, luciendo ella también en sus sensuales labios ostentosos puros. Fiel a su tiempo, en sus últimos estertores mediáticos el octogenario mito era figura frecuente de programas chatarra de TV donde -como Moria y Carmencita- con su contemporánea Marujita Díaz intercambiaban, con cierta dosis de auto parodia, agravios y ordinarieces. Triste final.

La Sara del esplendor quedará preservada en algunas entrañables canciones y, sobre todo, en sus torpes, convencionales, moralistas -pero irresistibles- films españoles “estilo Sara Montiel”. También, por qué no, en la habilidad de los muchos transformistas que, mediante el artificio, logran hasta superarla en sugestión.


Kado Kostzer es dramaturgo, director teatral, periodista.

Lo que el fuego se llevó

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El viejo teatro Argentino de La Plata



En este Fragmento de la película "El Conde de Montecristo" dirigida por León Klfmovsky en 1953, se puede ver el viejo Teatro Argentino de La Plata, y apreciar su belleza antes de ser destruido por un incendio el 18 de octubre de 1977.


El Teatro Argentino de La Plata nació por iniciativa de un grupo de vecinos que constituyó la Sociedad Anónima Teatro Argentino e inscribió como propio, en 1885, el terreno comprendido entre las avenidas 51 y 53 y las calles 9 y 10, con el propósito de erigir allí una sala de espectáculos.

El proyecto fue encargado al italiano Leopoldo Rocchi, quien ideó una planta en forma de herradura, según el modelo peninsular, y se ajustó a los cánones estilísticos renacentistas. Cinco años demandó la construcción del espectacular teatro, que con sus cinco niveles –entre palcos y galerías- tenía capacidad para albergar a más de 1500 espectadores. Finalmente, coincidiendo con el octavo aniversario de la ciudad, el 19 de noviembre de 1890, el Teatro Argentino levantó por primera vez el telón En aquella jornada inicial se cantó “Otello”, la ópera de Giuseppe Verdi, con un elenco encabezado por la soprano italiana Elvira Colonnese, el tenor uruguayo José Oxilia, el barítono Pietro Cesari y la mezzosoprano Margarita Preziosi.

Inauguraba así sus actividades una institución llamada a convertirse en una de las principales difusoras de las artes musicales, líricas y coreográficas. Por su escenario desfilaron los nombres más destacados del panorama internacional de cada época y disciplina, tales los casos, entre otros, de los cantantes María Barrientos, Luisa Tetrazzini, Emma Carelli, Tita Rufo, Fedora Barbieri, Tito Schipa, Beniamino Gigli, Marian Anderson y Mario del Mónaco; los bailarines Ana Pavlova, Dore Hoyer e Iris Scaccheri; los músicos Pietro Mascagni, Richard Strauss (junto a la Orquesta Filarmónica de Viena), Arthur Rubinstein, Andrés Segovia, Alexander Brailowsky, Claudio Arrau, Pablo Casals y Yehudi Menuhin, y las actrices María Guerrero y Eleonora Duse. Junto a ellos descollaron artistas nacionales, algunos iniciaron en La Plata una brillante trayectoria que habrían de proseguir ante diferentes públicos del país y del exterior; otros, alcanzaron sobre sus tablas la consagración definitiva.

Los problemas financieros de la sociedad propietaria derivaron en 1937 en la toma de posesión de la sala en manos del gobierno provincial, por lo que a partir de allí el Teatro Argentino se constituyó en una institución cultural de carácter oficial. Tras una profunda refacción del edificio, las autoridades creyeron necesaria una estructura que le permitiera montar íntegramente sus propios espectáculos, por lo que en 1938 se crearon la Orquesta y el Coro Estables, y ocho años más tarde, el Ballet. Estos Cuerpos tuvieron el apoyo de los distintos sectores técnicos con los que el Teatro emprendió destacadas temporadas, alternadas en época estival con el Anfiteatro Martín Fierro del Paseo del Bosque.

El 18 de octubre de 1977 el Teatro Argentino vivió la jornada más dramática de su historia. A las 14.30, mientras ensayaba el ballet, un voraz incendio se desató en el escenario que en pocas horas redujo a cenizas la sala de estilo renacentista. Sólo permanecieron en pie el foyer y las paredes perimetrales.

Hubo que esperar hasta 1999 para que volviera levantarse el telón, pero esa es otra historia.



El exilio republicano y nuestro teatro

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"El Massilia"


Por Roberto Famá Hernández

Miembro de la Asoc. Arg. de Invest. y Crítica Teatral


Es el domingo 5 de noviembre de 1939 y en el Hipódromo de Palermo se corre el Gran Premio Carlos Pellegrini, la competencia hípica más importante que le queda al año que ya termina. “Embrujo” es el gran favorito para alcanzar el disco de llegada luego de recorrer los 3.000 metros de competencia. Las tribunas están repletas de entusiastas apostadores. Los premios para los propietarios de los “pura sangre” que resulten ganadores son: $50.000 para el primero, $10.000 al segundo y $5.000 para el tercero. Con 1 peso se puede pagar una platea en un teatro, con 2 comprarse un par de zapatos de buena calidad.


En ese mismo domingo, anclado en el puerto está el vapor francés Massilia, con 147 españoles republicanos. Pero ninguno de ellos puede quedarse aquí; 132 deben seguir a Chile, 6 al Paraguay y 9 a Bolivia. No se les permite ni asomarse al Ojo de Buey  mucho menos descender, deben quedarse a bordo, hasta que puedan viajar por tierra.  Al día siguiente el diario “Noticias Gráficas” dirá: "Las medidas adoptadas contra el grupo de intelectuales y artistas españoles... son de un rigorismo que solamente tratándose de peligrosos confinados se hubieran aceptado....Un marinero nos informó que los españoles refugiados tenían orden de que nadie se aproximara a ellos y menos que se asomaran por los ojos de buey ...Es lamentable lo que ha ocurrido. No sabemos ni nos interesa saber quién ha dado la orden terminante de que ese grupo de gente que representa de modos distintos a la cultura y el cerebro de España permanezca en la sombría situación de los delincuentes incomunicados".


Al gobierno argentino hacía mucho tiempo que le preocupaba el posible ingreso  de los refugiados españoles, considerados "extranjeros indeseables". Eran una amenaza y en 1938 se habían ampliado las trabas los refugiados, tanto judíos como españoles republicanos. El fin de la Guerra Civil en abril de 1939 y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, hizo que miles y miles de solicitudes de ingreso se nieguen sin miramientos, a pesar de las protestas de legisladores, socialistas y radicales, que salen en defensa de los refugiados españoles y judíos.

De los 147 republicanos, 60 son intelectuales, periodistas o artistas, como Ramón Hidalgo Pontones (pintor), José Arbex Pomareta (ingeniero), José Fernández Cañizares (cinematografista), Luis de la Fuente (director de cine), Antonio Salgado y Salgado (periodista), José Ruiz de Toro (abogado y escritor), Mauro Cristóbal Artache (dibujante), Arturo Cuadrado Moure (ex-director de la revista "Resol"), Alberto López Barral (escultor), Gregorio Muñoz Montenegro (pintor-escenógrafo), Pedro Corominas Muntanya (abogado y legislador catalán), Severino Mejuto (actor), Clemente Cimorra (periodista), Eusebio de Gorbea, Pascual Guillén y Salvador Valverde (autores teatrales).


La sorpresa es mayúscula en el hipódromo: “Romántico” se queda con el triunfo y su propietario se lleva los 50.000 nacionales. Pero ¿quién es el dueño del caballo ganador? Nada menos que Natalio Botana, el propietario del Diario “Crítica” el diario de mayor tiraje, que desde el estallido de la Guerra Civil se había manifestado abiertamente “a favor del legítimo gobierno republicano” y desde Julio del 39 aparecía sosteniendo una fuerte campaña de apoyo a los intelectuales españoles: "Debemos acudir en ayuda de los intelectuales españoles. Universitarios, profesionales, escritores y artistas figuran entre los refugiados en Francia, sin destino fijo. Para contribuir a salvar lo mejor de la cultura española, actualmente en los campos de concentración …"  La campaña se inicia con un reportaje a Enrique Banchs, Presidente de la Sociedad Argentina de Escritores (SADE) donde éste solicita al Presidente de la República,  Roberto Marcelino Ortiz, que realice gestiones en favor de los escritores españoles que se encuentran en Francia y otros países, permitiendo la entrada en al país de los intelectuales que quieran radicarse en la Argentina.


Natalio Botana
A Natalio Botana le sobra paño para presionar al Presidente Ortiz. Ambos saben que desde “Crítica” puede organizar una manifestación en pocas horas.

Las versiones son varias, pero todas coinciden que los 50.000 nacionales ganados por “Romántico” en aquella tarde, fueron repartidos entre los exiliados que lograron bajar del Massilia y radicarse en Buenos Aires, para que sobrevivan los primeros meses. Los intelectuales españoles enriquecieron las páginas de “Crítica” entre ellos Diego Martínez Barrio, Angel Ossorio y Gallardo, Indalecio Prieto, Augusto Barcia, Julio Alvarez del Vayo, Manuel Blasco Garzón, Mariano Gómez, Basilio Alvarez, Alfonso Castelao, José Venegas, también el general Vicente Rojo, Rodrigo Soriano, Corpus Barga, Manuel Fontdevila, Juan G. Olmedilla, Carlos Sampelayo, Clemente Cimorra y otros.


Pero todo se hizo en la mayor reserva; al día siguiente sólo el diario La Nación  en la sección "Teatro" se menciona “la llegada de tres autores teatrales de actuación celebrada en España: Eusebio de Gorbea, Pascual Guillén y Salvador Valverde y al escenógrafo Gori Muñoz “ sin aclarar que se trataba de pasajeros del Massilia

Un teatro que ya nadie recuerda

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“Teatro De La Alegría”





Por Roberto Famá Hernández


Miembro de la Asoc. Arg. de Invest. y Crítica Teatral



Si al caminar por la calle Chacabuco al 100 le parece oír un lejano sonido de aplausos, que como una brisa fría estremece y pasa, le sugiero que se detenga un momento frente al número 170.


Ahora, si los duendes lo quieren y abre su imaginación, verá que en esos 15 metros de frente, hay tres grandes puertas de entrada y, detrás de ellas, un muy lujoso salón.


Entre la puerta principal y las laterales, fíjese bien, mire, entre las dos columnas a la derecha y entre las otras dos a la izquierda, están las carteleras del hoy olvidado Teatro De La Alegría, y si alcanza a leer bien, podrá ver que allí se presenta, por ejemplo, algún concierto, comedia o alguna zarzuela y a continuación encontrará una detallada descripción de quienes son los tenores, barítonos, sopranos, bajos y actores cómicos que la representan; siempre encontrará primeras figuras, artistas consagrados que quieren actuar en uno de los teatros más lujosos de la Buenos Aires de 1870.


Levante ahora la vista y en el piso superior verá tres ventanales y un largo balcón precedido por una artística reja de hierro forjado. Detrás de esos ventanales hay nada menos que 150 palcos en dos hileras y 300 tertulias.

Ingresando al salón principal podrá encontrarse con lo más destacado de la sociedad porteña; el General Mitre rodeado de hacendados, u otros políticos, o intelectuales y poetas como Guido Spano que acude para aplaudir al renombrado tenor Ernesto Rossi,  que debutó allí el 6 de octubre de 1871 con el melodrama francés "Los dos sargentos” y se mantuvo con éxito total, agotando cada noche las 900 localidades, hasta el 7 de noviembre.




En la Buenos Aires de entonces el alumbrado callejero a gas, como el que vemos aquí, junto a la entrada del teatro, no era bueno y mucho público prefería el horario de tarde para asistir a las funciones del Alegría; y entonces, que no le llame a usted la atención la gran cantidad de damas que asisten a las funciones, es que es el lugar de moda, ideal  para lucir joyas y usar los entreactos para hacer tertulias con quienes conviene hacerlas. Si es Carnaval, las señoras y señores asisten con sus honestas hijas, cubiertas ellas, claro está, por algún vistoso antifaz. Los jóvenes pueden alquilar un palco por 60 pesos, arrojar desde allí coloridas serpentinas mientras suena la orquesta, y si la suerte acompaña y la ondulada serpentina resulta correspondida con una sonrisa, en el salón principal, podrán bailar con alguna señorita frente a la mirada atenta de la familia, hasta casi las 4 de la madrugada.

Usted, si lo refiere, puede comprar un abono para 30 funciones en tres turnos por 100 pesos por un palco,  o por 10 pesos una platea o una cazuela para las damas, pero si lo que usted quiere es una buena ubicación “especial” hable con Montes, el boletero encargado, que con tres días de anticipación, puede reservarle la mejor ubicación, que está al tanto de quién ocupa tal o cual palco, a quien le convendrá a usted conocer y Montes puede hacer que coincidan para compartir una interesante tertulia.



La primera huelga en la República Argentina fue la de los obreros tipográficos que se inició el 2 de setiembre de 1878. En esa época existía la Sociedad Tipográfica Bonaerense que funcionaba como una mutual y fue la entidad que convocó a esa primera huelga en el país, el punto de reunión fue en el Teatro de La Alegría, más de 1.000 huelguistas se manifestaron allí.


Adelaida Ristori
El Presidente Sarmiento asiste al Teatro  De La  Alegría para disfrutar una función teatral de la renombrada diva italiana Adelaida Ristori, después Marquesa del Grillo, quien se lució, entre otras obras, con "María Estuardo" y luego de la representación Sarmiento la saluda y le dice: “Ya tuve el gusto de verla en Nueva York”, a lo que la actriz le responde: “Sí, señor Presidente. Lo he visto varias veces en las primeras filas de la platea”. Y Sarmiento agregó: “Lo siento, porque me habrá visto llorar como un tonto...


Muchos otros nombres de obras consagradas y de grandes artistas fueron fervorosamente pronunciados en el Teatro La Alegría; podríamos hacer hoy una larga lista, Carolina Civili Palau, Rita Carbajo, Leopoldo Baron, Hernán Cortés, Joaquín de la Costa, Luis Cubas, Antonio M. Celestino, Joaquín Cuello… Pero ya no nos dicen mucho, aunque en su tiempo constituyeron éxitos increíbles; el público del Alegría obsequiaba a sus artistas preferidos con flores, álbumes, medallas de oro, guirnaldas y hasta joyas de gran valor.


Luego otros teatros fueron quedándose con el público y con los artistas; los dueños de la sala fueron cambiando, perdió brillo la cartelera y el 12 de julio de 1885 con dos comedias: "Amor de madre" y "Dimes y Diretes" a total beneficio del Asilo de Mendigos, el teatro La Alegría cerró definitivamente sus puertas y en 1909 fue demolido. Pero son varios los que aseguran que al caminar por allí, les parece oír un lejano sonido de aplausos, que como una brisa fría estremece y pasa.




Frank Brown y el centenario de 1910

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Frank Brown

y el honor de la patria civilizada.




Por Roberto Famá Hernández

Miembro de la Asoc. Arg. de Invest. y Crítica Teatral


Nuestro teatro no nació de Calderón ni de Moliere, tampoco de Shakespeare, sino de las arenas del circo levantado con lonas y maderas por los hermanos Chiarini, los hermanos Amato, el de Pablo Rafetto, el Podestá-Scotti o el de Anselmi  o el de aquel acróbata y payaso llamado Frank Brown, que abandonó su Inglaterra natal para navegar por más mares que cualquier marinero. Y así lo hizo hasta llegar a Buenos Aires, donde vivió más de 60 años y donde murió. Un artista que ganó mucho dinero y que también lo perdió en grandes cantidades. Generoso y desprendido colaboraba con quienes se lo solicitaban, entre sus cuadernos de recortes se encontraron muchas cartas de agradecimiento. En 1898, en Rosario colaboró dando varias funciones a total beneficio de la “Liga Patriótica” que quería comprar un buque de guerra para el Estado Argentino.


Su circo, el Hippodrome, estaba ubicado en Corrientes y Carlos Pellegrini, fue el lugar donde grandes y chicos encontraban emociones, risas y caramelos que el mismo Frank Brown repartía entre un ensordecedor griterío de los pequeños admiradores: ¡Aquí, Frank! ¡Aquí! Y Frank vaciaba bolsas de caramelos arrojándolos por puñados a su platea.

Cuando en 1910 el país se preparaba para los festejos del centenario con la visita de grandes personalidades, Frank Brown quiso sumarse con lo mejor que podía dar;  su circo. En un baldío de la calle Florida levantó otra carpa; más grande aún que el Hippodrome, de lonas y madera para que el mundo pudiera verla, pero demasiado cerca del Jockey Club. A la aristocracia patricia le pareció que esa barraca era una muestra de la Argentina incivilizada,  algo que había que evitar, no podía ser que se viera ese mamotreto cuando la ciudad ya tenía su teatro Colón. Frank Brown se negó a retirarla y de semejante ultraje a la arquitectura de la “parisina” Buenos Aires, se ocuparon las llamas. Seguramente esas mismas manos incendiarias se extendieron alguna vez esperando los caramelos del gran payaso, pero eso no importó, tampoco sus aportes a la "Liga Patriótica"; se había purificado con fuego el honor de la patria civilizada.


        

¡Frank Brown estás viejo!


¡Frank Brown tan arrugado!

Yo siento por ti la maldad del espejo.

¡Maldito maquillaje! ¡Ese carmín está pasado!

Frank Brown eres un fuelle demasiado gastado,

Un juguete que ha caducado.

Mira, si yo pudiera suplantarte,

Llenara el Hippodrome con mis ágiles muecas

-y con Shimmys y tangos y zamacuecas-

-al mismo tiempo haciendo por imitarte-

para hacer reír a un niño, que es tan noble misión,

haría de mi alma una matraca,

de mi entusiasmo una faca,

de mi poeta un clown,

y una serpentina de mi corazón.



 RAÚL GONZÁLEZ TUÑÓN


a los veteranos del circo

Margarita Xirgu en el Avenida - Junio 1945

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Margarita Xirgu

y José Ricardo Morales;

teatro español en el exilio republicano



 Por Roberto Famá Hernández
Miembro de la Asoc. Arg. de Crítica e Investigación teatral


A la  pieza de mi colección que hoy quiero compartir, la considero un emblema del teatro español en el exilio y es el programa de mano de la obra “El embustero en su enredo” del dramaturgo español José Ricardo Morales interpretado por Margarita Xirgu en el teatro Avenida en junio de 1945.

Autor e intérprete, ambos “desterrados” republicanos en Chile, estrenaron esta obra el jueves 11 de mayo de 1944 en el Teatro Municipal de Santiago de Chile y luego aquí en Buenos Aires, en esta temporada del Avenida.  Vale entonces recordar, que para los artistas españoles republicanos, el destierro no fue sólo físico, sino también literario; durante y después de la Guerra Civil Española sus palabras se acallaron y pocos, muy pocos, lograron vencer la mordaza franquista dentro y fuera de España. Lo cierto es que ninguno salió airoso del régimen y fue, precisamente José Ricardo Morales quien decía que, bajo el régimen franquista, a los artistas le quedaban sólo tres categorías; la de “enterrado” como García Lorca, la de “desterrado” como se consideraba él y la de “aterrado” que le cabía a todos aquellos que bajo el régimen permanecían en España.


Xirgu y Morales se conocieron por gestión de Arturo Soria quien le dio a Margarita Xirgu a leer “El embustero en su enredo”. Ella ya era una artista consagrada de 56 años, el un joven de apenas 29. La obra le gustó tanto a la gran Xirgu que en seguida quiso conocerlo para concertar el estreno inmediato de la pieza. Y fue sólo el principio; enseguida Xirgu le rogó que se diera a trabajar en una adaptación de La Celestina para llevarla a la escena. Es que ambos se necesitaban para romper la mordaza del exilio y seguir haciendo teatro español. Aquel primer trabajo juntos lo recuerda así José Ricardo Morales en el libro “Margarita Xirgu en el destierro”

“Cuando puso en escena mi primera obra extensa, El embustero en su enredo, al efectuar los ensayos en el antiguo Centre Catalá de Santiago de Chile, indefectiblemente me preguntaba si estaba bien resuelta determinada situación o si algún personaje era el que debía ser. Su modestia era plena, tan absoluta que contrastaba decididamente con la actitud de algún director que haciéndose cargo de otra obra mía, tan sólo deseaba que el autor brillara por su ausencia o, si fuera posible, permaneciese para siempre bajo losa fría… Recuerdo que en aquellas ocasiones —eran mis veinte años— solía decirle: “Tú sabes infinitamente más que yo de teatro y eres la que decide”. “No —replicaba Margarita—, tú eres el autor y conoces muy bien qué pretendiste hacer en este punto”. Después, por cierto, al resolver la situación como tan bien sabía, la escena resultaba sorprendente y el primer sorprendido era el autor”


José Ricardo Morales también llegó a decir de Margarita Xirgu:  



“no fue sólo actriz de obras sino que lo fue de autores. Aún más, aunque parezca excesivo, fue autora de autores y, sobre todo, de autores vivos, dándoles autoría y haciéndolos surgir del limbo oscuro en que los mantuvieron sus coetáneos, diferenciándose así de quienes recurrían a la obra acreditada, para operar sobre seguro y obtener fácilmente el éxito asegurado”






Quiero cerrar en homenaje a los desterrados, los enterrados y los aterrados por el franquismocon con una frase que le pertenece también a Morales.

“Yo creo que el destierro español ha sido la malversación de talento más grande que se haya producido en ningún país del mundo”  

Lyda Borelli , la gran actriz italiana en Buenos Aires Año 1914

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"La divina Borelli" la mujer fatal del cine mudo actuó en Buenos Aires 



Lyda Borelli , la gran actriz italiana actuó también en Buenos Aires, fue en el legendario teatro Odeón, junto a Antonio Gandusio y Ugo Piperno, del 15 al 31 de julio de 1914 con la obra “Guerra in tempo di pace”. Luego presentó “Salomé” de Oscar Wide en la misma sala y en Setiembre se presentó en el antiguo Teatro San Martin con “pochades francesas y vaudevilles alegres”  (comedias ligeras)  Borelli intenta filmar en Buenos Aires pero por razones contractuales no se lo permiten.  

La pieza de mi colección que hoy publico es el programa de mano del miércoles 22 de julio de 1914 de su presentación en el Odeón con “Guerra in tempo di pace”  



"La divina Borelli" cautivó a millares de espectadores del cine mudo italiano desde 1913 hasta 1918 y construyó una imagen de "mujer fatal" con títulos como Rapsodia Satánica, Fior di male, Malombra, Una noche en Calcuta.




El mismísimo Roberto Arlt la había admirado en cines del barrio de Flores y seguramente pudo verla actuar cuando en 1914 sube al escenario del Odeón, acompañada por Ugo Piperno (que luego en 1917 filmaría junto a Borelli La Storia Dei TrediciI) y Antonio Gandusio el actor italiano de espalda encorvada, cara irregular y voz grave que también alcanzara cierta fama interpretando comedias ligeras y luego dirigiendo obras de Pirandello.

Una semana después de presentarse en Buenos Aires la “Gran Guerra” se desata en Europa y Borelli duda en volver a Italia. Finalmente, en Octubre de 1914 parte hacia España. Al llegar la espera un reportaje  en la revista española EL CINE de noviembre de 1914  donde se lee:



“Se abre una puerta, y aparece una hermosa mujer, con la sonrisa en la flor de sus labios. Es alta sin exageración, de andar reposado, y con ademan suelto. Sobre el nácar de su carne brillan con reflejos de oro las hebras de su cabello. La reja de sus pestañas encierra el misterio de los ojos; enigmáticos ojos que deben saber mirar con amor en trances de ternura y rencorosos, como los del tigre en acecho, cuando la trágica hora de la venganza lo requiere.

Así es la mujer que se adelanta tendiéndome amigablemente la mano; así es Lyda Borelli.



— Perdone si le he hecho esperar,—me dice en correctísimo castellano.



— He nacido, como quien dice, en las tablas, pues toda mi familia forma una pléyade de artistas. El mio padre Napoleone, fue un gran actor dramático… El cinematógrafo en mí, es transitorio. A mi arte, el de la dramática, le tengo mucho amor para abandonarle; se pueden armonizar.



— ¿Cómo fue el dedicarse a la película?



— Primeramente, porque en el cinematógrafo hay un campo sin trillar que es el del verdadero arte. El público está cansado de tanto argumento policíaco. Esa serie de films en que intervienen ladrones de levita; en cuyo transcurso se inculcan y enseñan lecciones de pillería, tienen un sabor insano. ¿Por qué? Yo soy partidaria del drama humano, del que sea posible en la vida… Hasta ahora llevo hechas cinco películas.



— ¿Qué película hizo primero?



— Pero mi amor no muere. Y a continuación: El recuerdo del otro y La mujer desnuda.



— ¿Y en la actualidad?



— La última que he creado es la titulada Rapsodia satánica.



— ¿Tardará mucho en proyectarse?



— No le puedo decir, pero supongo que será pronto, porque sólo falta el poema musical del Maestro Mascagni.



— ¿Ha sido impresionada en América?



— No señor. En Roma.



— ¿Pues no viene usted de la Argentina?


— Si señor, de Buenos Aires; pero allí no he trabajado. Varias casas pidieron permiso a la que estoy escriturada que me consintiera actuar, y ésta, lo negó.



— Luego su labor ha sido teatral.



— Vuelvo muy contenta de la tournée, Figúrese que en el teatro Urquiza de Montevideo ¡me hicieron hablar! Yo creo que esta es costumbre muy americana, porque en Uruguay me sucedió lo mismo.



— ¿Qué arte de los dos que usted cultiva, le parece más difícil?



— Pues a decir verdad, no sé, porque a mi entender son dos artes completamente distintos. Ya ve usted Max Linder; en la película de su género, es insustituible, y en cambio en el escenario no pasa de ser una vulgaridad. Sin embargo, en la cinematografía se lucha solamente con la mímica mientras que en el teatro además de esto se necesita decir bien.



— Y esto mismo ¿no puede ser una ayuda que compense las deficiencias del gesto?



—A veces en lugar de ser ayuda, es estorbo. No lo creo. El público del cinematógrafo, que todavía se puede decir es juguete de niños, suele ser sencillo e ingenuo. En cambio en el teatro, la decoración varía. Ambos artes hablan a las colectividades y hay bastante diferencia de una a otra.



— ¿Que actores de films la parecen mejor?



— Para mi todos son buenos, pero mis simpatías se las lleva Napierkowska, Robinet, Max Dearly…



(¿Y de los españoles?)

— No puedo darle mi opinión, pues si bien conozco a Rosario Pino, Thuiller, Maria Guerrero y Mendoza y tengo de ellos un alto concepto, mis profecías tal vez resultasen equivocadas hablando del cinematógrafo.



— Y de los autores españoles…



— Otra pregunta que no puedo contestar y por la misma razón. He leído algo de Benavente, pero no para formular un juicio.



— Se ve que le gusta leer, estudiar…



— Esa es mi vida, en los ratos libres mi compañero es el libro.



— ¿Y quién mejor? Yo tenía noticias de que se casaba.



— No haga caso. Son rumores que por Italia corren cada dos meses. Por ahora conténtese con saber que no tengo ningún amor. ¡Con lo que me gustaría estar enamorada!



Y al decir esto Lyda eleva sus ojos misteriosos a las alturas y junta las manos como si de sus labios brotase una oración…



— Y bien. Desde aquí ¿adónde irá?



— Pues un mes al teatro Carignano de Torino. Y después quizá descanse un poco en Spezia, mi tierra.



— ¿Le gusta viajar?



— Mucho. Siempre encuentro emociones nuevas. En el vapor que me ha traído a España, en el Regina Elena, venían unos cincuenta alemanes que marchaban a incorporarse al ejército de su nación. Al llegar a Gibraltar, otro vapor inglés abordó al nuestro e hizo prisioneros a todos los subditos del Kaiser. Era una noche en que llovía torrencialmente. Una noche, que perdurara en mis recuerdos con la misma intimidad que el día que en Toledo visité la casa del Greco.

¡Si usted hubiese visto con que serenidad y resignación, aquellos alemanes, pasaban uno a uno por entre las bayonetas de los marinos británicos!

Desde nuestra cubierta les vimos llegar con la gorra en la mano hasta la borda del buque inglés. Y cuando ya sólo distinguíamos un borrón en la superficie del barco, llegó a nuestros oídos la tonada armoniosa, mezcla de salmodia y canción bélica del himno germánico que entonaban los prisioneros. En tanto, el vapor se alejaba, se alejaba… Créame señor Villán; entonces lloré, y ahora, usted lo ve, los ojos se me humedecen, Yo, que no soy ni francesa ni alemana, desde aquel momento reniego de la guerra…



He ahí lectores un corazón de mujer; ya conocéis un alma de artista; ya conocéis a Lyda Borelli.



Se hace una posse: nuestro fotógrafo senor Olalde dispara el magnesio, y un relámpago pone punto a mi grata visita.

Delfin Villán Gil (El Cine, 7 noviembre 1914)





El Politeama, hoy es un doloroso espacio vacío en el corazón de la escena porteña.

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EL POLITEAMA



Por Roberto Famá Hernández


Muchas cosas pasaron en el TEATRO POLITEAMA  y todo fue hace añares,  en  la esquina SE de Av Corrientes y Paraná; Corrientes 1498 para ser exacto. Nada diré del tiempo anterior en que allí funcionó el circo donde los Podestá estrenaron Juan Moreira, no, pero si diré que como teatro comenzó a funcionar en enero de 1879 con un gran baile de máscaras. Esa costumbre de funcionar también como un distinguido salón de baile alternando con obras de teatro, se prolongo durante muchas décadas, principalmente en carnavales,  se despojada la sala de butacas, con grandes orquestas que actuaban para una sala llena, desbordante,  mientras desde los palcos altos se arrojaban infinidad de serpentinas sobre las parejas que ganaban las pistas o sobre alguna muchacha que escondía su mirada. También el Politeama fue elegido por más de 2.000 asistentes para un agasajo al General Roca.

Fue en el Politeama en 1886 donde debuta Sara Bernhardt con “Fedora” (Sardou), actuación que hizo viajar desde Tucumán a Domingo F. Sarmiento apasionado por verla.


Hacia Noviembre 1895 los encargados del bufet del Politeama tienen un hijo, ese pequeño fue durante años una atracción temprana del Politeama ya que a los 6 años podía sentarse al piano y repetir la música que acababa de ejecutar la orquesta; con los años se ganaría la vida como humorista y un artista de variedades sobre el piano y empezó a usar el apodo de Delfy; luego Gardel le grabaría más de 25 tangos y su nombre, Enrique Delfino, es hoy un capitulo enorme en la historia de nuestra música.


En el Politeama fue también donde el Doctor Marcelo T. Alvear escuchó por primera vez la voz de la soprano portuguesa Regina Pacini de la que se enamoró perdidamente y a la que persiguió por toda Europa hasta que ella le dio el sí.


En el Politeama actuaba la orquesta dirigida por el Maestro Santo Discépolo, diplomado en el Real Conservatorio de Nápoles, padre de Enrique y Armando Santo Discépolo, luego serían sus hijos quienes hicieron del Polietama un lugar para su arte.


Fue también en el Politeama, en setiembre de 1902, donde los Podestá estrenaron la comedia de Nicolás Granada “Al Campo” pieza fundante de nuestra dramaturgia.


En 1937 se representó “MAL DE AMORES” una revista musical de Francisco Canaro como director y autor junto a Ivo Pelay



Y no puedo olvidarme de La Diosa de Ébano Josephine Baker, y miles de nombres más que pasaron por su escenario. Pero como dije al principio, todo eso fue hace añares en  la esquina SE de Av Corrientes y Paraná donde a alguien se le antojó que mejor era una playa de estacionamiento y ni siquiera eso, me dicen que construyen un edificio, pero hoy es un doloroso espacio vacío en el corazón de la escena porteña.

El otro Eichelbaum

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MANUEL EICHELBAUM

Y COMO SE HACE UN SAINETE:




Manuel Eichelbaum (1895-1957) fue uno de los 4 hermanos del dramaturgo Samuel Eichelbaum (autor de Un Guapo del 900 entre otras grandes obras) fue pintor y dibujante, ilustró libros para Jorge Luis Borges y entre otros para su amigo César Tiempo a quién le dedicó un retrato " César Tiempo en el Barrio Judio" pintado en los años 30, que César Tiempo siempre mostraba orgulloso en su casa.


Samuel y César Tiempo formaban parte de los habitúes del café de “la bohemia del ghetto”, donde solía reunirse la intelectualidad judía porteña, ese bar era el “Bar Internacional”, ubicado entonces en la esquina de Pasteur y Corrientes, por la que desfilaban otros grandes nombres como Alberto Gerchunoff, como ignotos actores del teatro hebreo que actuaban o buscaban actuar a pocas cuadras de allí, en el Teatro Excelsior (Corrientes 3224) o el Teatro Soleil  (Corrientes 3150) como también muchos poetas, escultores y bohemios de la colectividad judía en Buenos Aires

En ese mismo tiempo de los años 30, Manuel Eichelbaum ilustra en el Nº 4 de la Revista Máscaras con una caricatura irónica sobre "Como Hacer un Sainete" ya que se repetía hasta el cansancio la misma estructura argumental éntre los autores de la época y eso queda aquí expuesto claramente con el humor irónico de Eichelbaum.


Hoy por hoy, no hay pintura de Eichelbaum,  por pequeña que sea, que se pueda comprar por menos de $ 20.000.- Esta viñeta, única por su espíritu irónico de Eichelbaum la rescato de un ejemplar de mi colección, quizás el único que haya sobrevivido, del Nº 4 de la Revista Máscaras de Julio de 1931 y que de ahora en más queda a salvo del olvido y que comparto con ustedes desde aquí: 



Nuestro teatro nace entre ranchos de indios y mulatos

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Teatro de La Ranchería

Breve reseña histórica




Por Roberto Famá Hernández



Dicen que fue un actor español, Francisco Velarde,  el primer empresario teatral en esta orilla del Rio de La Plata; fue él quien le propuso al virrey Juan José de Vértiz y Salcedo la construcción de un teatro.


Velarde se presentó ante el virrey y le dijo que se comprometía a edificar “a todo costo” un coliseo,  al estilo de las mejores casas de comedia de España y le ofreció que el gobierno nombrase a un ingeniero de su confianza para que confeccione los planos y supervise la obra. Entretanto se edifique el teatro, pidió que el ingeniero interviniente le indique un galpón provisorio, con capacidad suficiente y todas las comodidades necesarias, para lo cual se le habría de permitir disponer de un terreno cualquiera junto al mercado de frutos, en la zona de la Ranchería; paraje conocido como tal, que estaba en lo que hoy es Chacabuco,  Alsina, Perú y Moreno, zona ocupada por las viviendas precarias (Ranchos)  de indios de las misiones. Pero los porteños de aquella época no tenían mayor preferencia por el arte teatral y se veían desalentados por las prédicas constantes de los frailes y beatas que consideraban inmorales a los escenarios teatrales, mientras el entretenimiento preferido pasaba por las corridas de toros que se realizaban periódicamente en la plaza de Retiro.


Tanta fue la presión de la Iglesia y de la aristocracia que finalmente el virrey Juan José de Vértiz y Salcedo pese a su deseo nunca autorizó la construcción del gran coliseo,  al estilo de las mejores casas de comedia de España que soñaba Velarde, pero sí le concedió el galpón en la Ranchería que fue inaugurado el 30 de noviembre de 1783.  Era una zona de la Ciudad donde no había alumbrado público, por lo que Vértiz ordenó la colocación de farolas,  para que los porteños no tuvieran excusas adicionales para no asistir al teatro.


El “Teatro de La Ranchería” era un galpón de madera, con techo de paja, con entradas amplias y un corredor junto a ellas La capacidad era reducida; el patio o platea, tenía en su parte delantera varias filas de bancos de pino, muy toscos, con respaldo las dos primeras filas, las demás sin respaldo; los dos reales que se pagaban en “la reja” o sea la boletería daba derecho a un lugar con respaldar, siempre y cuando no se trate de gente de color o mestizos porque a estos les estaba prohibido ocupar bancos. Ya un poco antes de la mitad del patio, detrás del último banco, estaba una especie de corral al que llamaban “el palenque del degolladero” a donde iban a parar los que alcanzaban a pagar sólo un real por su entrada; mayormente negros, mulatos y soldadesca que podían agolparse y gritar a sus anchas desde allí. Había corredores a los costados y un palco grande reservado para el Gobierno. A los costados, en lunetas, había otros palcos y espacios para espectadores de pie y una grada reservada para mujeres.


El escenario era bajo y en la parte superior del escenario se hallaba la frase: “Es la comedia, espejo de la vida” Las bambalinas eran fijas, los decorados eran escasos y al igual que los bastidores, eran hechos sin mucho arte; se dice que para noche o día, salón o cárcel, se usaban más o menos los mismos decorados, al punto que un actor que oficiaba como relator, salía primero a escena y decía: “Estamos en la prisión” “Estamos en palacio” “Es de noche” Las truenos se hacían arrastrando sobre las tablas una bolsa llena de piedras. Todo era precario en escena con un exagerado convencionalismo.

La iluminación era con velas de sebo colocadas al borde de la escena, un brazo a cada costado con varias luces, y del techo del escenario colgaban diversos candelabros y dos arañas con diez velas cada una. El cebo derretido al menor viento caía sobre una especie de plato redondo de latón que se colocaba debajo de cada grupo de velas.


Lavardén
Cuentan diversos cronistas que en el teatro "La Ranchería" debutó en 1788 María Mercedes González y Benavídez viuda y madre de tres hijos, quien debió recurrir a la justicia para poder ganarse el pan sobre las tablas; pensemos que en esa época eran muy mal vistos los actores y más aún si ese arte era ejercido por mujeres. Por eso, el padre de la actriz pidió a las autoridades, a través de un abogado que no se le permitiera actuar. Se aceptó el pedido del padre pero después de seis meses y una serie de apelaciones de una y otra parte, se le permitió actuar. Allí también se estrenó un domingo de carnaval de 1789 la loa “La Inclusa” y el drama principal en cinco actos “Siripo” del poeta y periodista Manuel José de Lavardén, cuyo texto está perdido aunque es considerado una de las piezas primeras de nuestra dramaturgia.  Otra pieza considerada fundacional y que se estrenó en La Ranchería, es: “El Amor de la Estanciera”, sainete de autor anónimo y de ambientación campesina.


“La Ranchería” tuvo sus años de apogeo, sin embargo, hacia  fines 1791, el público comenzó a dejar de asistir, sus obras perdían prestigio y  comenzó a ser alquilarlo para bailes populares, donde se practicaban danzas de mala reputación para los mismos sectores religiosos y conservadores que siempre se opusieron a su existencia; para ellos “la Ranchería” era un antro pecaminoso y execrable y si siempre lo había sido en esos tiempos era peor.


Sabido es que ciertos fanáticos católicos creen que un fuego purificador purga pecados y quizás sea por eso que, un cohete volador disparado desde los fondos de la Iglesia de San Juan de Capuchinos, le dio una luminosa muerte al teatro de “La Ranchería” que se incendió en honor de “San Roque” el 16 de agosto de 1792 día del patrono de los pobres, los enfermos y…los perros.

Para homenajear permanentemente al Teatro de La Ranchería, cada 30 de noviembre, día de su inauguración, se celebra en Argentina el “Día del Teatro Nacional”.

Lily Pons en Buenos Aires Año 1931

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La soprano francesa y las “internas palaciegas” en el Colón de 1931

Lily Pons
La pieza de mi colección, que deseo compartir aquí, es esta fotografía que fue la utilizada en 1931 para promocionar su actuación en el Colón


Lily Pons fue una muy particular soprano francesa (luego nacionalizada estadounidense) que reinó en el Metropolitan de Nueva York durante 28 años, hasta su retiro en 1959. Su debut operístico se había producido tres años antes en Francia,  pero cuando llegó al Metropolitan  era una artista completamente desconocida, algo inédito para el Metropolitan, pero Lily contaba con el total apoyo de su profesor en Estados Unidos, el tenor italiano Giovanni Zenatello que le dio las llaves. 


Era 1931 y su debut fue con Lucia di Lammermoor ;  el drama de Donizetti le otorgó un éxito inmediato y extraordinario, fue el inicio de una carrera que duraría treinta años y que la llevaría a aparecer en portadas de revistas como Time y a participar en algunas producciones cinematográficas de Hollywood, como “That Girl from Paris” en 1936.




Ese mismo año 1931 de su debut en el Metropolitan visitó Buenos Aires para presentarse en el ColónLa temporada de aquel año no fue bien vista por algunos críticos de la época; la gran sala operística porteña estaba inmersa en una crisis de dirección, un decreto le había otorgado autonomía, su Director General,  era el escenógrafo Max Hofmüller que habló de total renovación y eso desató una “guerra” porque mediadores y comisionistas quedaban fuera y se sucedieron algunas renuncias, por ejemplo, la del escenógrafo Rodolfo Franco alegando “razones de decoro”  La crítica de la época de alguna manera tomaba partido y algunas plumas no veían casi nada bueno en  la programación de ese año; Lily Pons no salió muy airosa del problema y algunos críticos encontraron algunas fallas en su actuación, como el profesor Atilio Torrassa, por ejemplo, que dijo de aquella presentación:

“Otra opera mala cuya inclusión la justifica una cantante , en este caso la soprano francesa Lily Pons. El tenor Galeano Masini, de actuación ineficaz en “La Wally” desafinó también en “Lucía”; Lily Pons, impresionada acaso por el debut, cantó discretamente en el primer acto, falló en el segundo y se impuso en el tercero, en la difícil y absurda escena de la locura, con sus notables imitaciones del tema de la flauta. Este pasaje ocupa casi todo el tercer acto y provocó una ovación. Los anteriores fueron recibidos con aplausos de la “claque” en medio de siseos y algunos silbidos del resto de la sala. En resumen: madia hora de gorjeos de la excelente soprano Lily Pons, acaso la mejor en su cuerda, salvaron de un fracaso esta velada”


Un video de Youtube nos devuelve de alguna manera a Lily Pons con Lucía para que imaginemos aquella noche en el Colón: 



“Colomba” de Jean Anouilh con dirección de Juan Carlos Thorry

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¿La Primera vez de Alfredo Alcón sobre un escenario?




Semanas atrás tuve la suerte de coincidir en el hall de un teatro con un querido amigo, biógrafo, periodista e investigador teatral, de muchos años en el oficio, con varios libros publicados, y en algún momento de nuestra conversación le comenté que recientemente había incorporado a mi colección el programa de mano de la primera actuación teatral de Alfredo Alcón: “Colomba” de Jean Anouilh con dirección de Juan Carlos Thorry a mediados de la década del 50.  

No!– Me dijo – Antes de Colomba actuó en teatro bajo la dirección Cunill Cabanellas.
  
Yo sabía que con Cunill Cabanellas había estudiado en el Conservatorio, junto a Ernesto Bianco y otros, pero me lo dijo con tanta seguridad y es tanto el respeto que le tengo que me puso en duda y tratando de investigar al respecto sólo encontré declaraciones de Alcón a dos medios periodísticos diferentes donde él dice haber debutado en teatro con “Colomba” coincidiendo con la primera actuación de Lautaro Murúa en Argentina. De todos modos, si alguien tiene información que refute lo dicho por el propio Alcón que, por favor, me la haga saber. Aquí está el programa de mano de “la primera vez” de Alcón sobre un escenario (Al menos hasta que alguien pruebe lo contrario)




En declaraciones al diario La Nación, hablando de Delia Garcés, Alfredo Alcón dice:  “Yo no trabajé con ella, no soy de su época, pero cuando debuté en teatro con Colomba , de Jean Anouilh, junto con Analía Gadé (por esa época no venía nadie a saludarme al camarín), de pronto escucho que golpean la puerta y era Delia, aquel ser de luz, maravilloso, de una belleza y una delicadeza increíbles. Me felicitó, y ahí pude ver hasta qué punto había gente dispuesta a ser generosa conmigo.”



En otras declaraciones, esta vez a la Revista Mercado del 17-5-79 claramente Alfredo Alcón dice: “En teatro debuté con Analía Gadé en "Colomba", de Anouilth, donde también hacía su debut Lautaro Murúa que recién venía de Chile.”

Radioteatro - Breve reseña

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Radioteatro:

La imaginación en el aire.



Desde principios del Siglo XX y hasta bien entrados los años 60, la vida de la familia argentina se vinculaba estrechamente  con  la radio. Sobre esa cajita mágica se construía una gran parte de la cultura popular y era el medio de información por excelencia, el único que llegaba hasta rincones muy lejanos urbanos y rurales.

Y el radioteatro presidía aquel ritual de reunión familiar en torno a la radio. Grandes artistas de renombre despertaban la imaginación y emocionaban con historias de amor o de trasfondo histórico. Algunas obras nacidas para el radioteatro subían luego  a escenarios que se multiplicaban en extensas giras por todo el país o a la inversa, obras nacidas para el escenario era rápidamente aptas para la radio.


Uno de los nombres fundacionales es sin dudas el de Andrés González Pulido, español de nacimiento, que comenzó su trayectoria en la radiofonía argentina cumpliendo roles de recitador y monologuista en los primeros años del Siglo XX  pero pronto su labor como dramaturgo y libretista de radio le dio sus grandes éxitos. Sus historias, que estaban basadas en payadas, folletines y sainetes, pronto se difundieron por todo el país, llegó a tener más de 50 títulos registrados a su nombre, pero sin dudas que el mayor de sus logros fue “Chispazos de Tradición”  que para el crítico, periodista e investigador Jorge Bernardo Rivera, que ha estudiado a fondo la literatura gauchesca, “Chispazos de Tradición” era “una suerte de revista radial con música, canciones, diálogos y pasos de comedia y drama inspirados libremente en una visión muy peculiar del folklore e inclusive de la misma realidad nacional” Y cuando nos habla de una “visión muy particular” nos acerca a la opinión de Homero Manzi que criticó los libretos acusándolos de inauténticos desde el punto de vista de la genuina cultura popular y, al mismo tiempo, carentes de verdad histórica y artística y calificó al programa de “verdadero baldón para nuestro concepto de personas civilizadas” y trató a González Pulido de "filibustero" y “ladino ignorante”Pero lo cierto es que, como bien dice el periodista e investigador Roberto Di Chiara: ”Cuando se escucharon los primeros capítulos de
"Chispazos de tradición" desaparecían como el agua los aparatos de radio, que la gente buscaba como si fuera el pan. Fue una verdadera revolución. Los que no tenían la suerte de poder comprar una radio, se las ingeniaba para llegar de visita a una casa amiga -llevando las facturas para el mate- y así, reunidos en el patio o en la salita, se asombraban escuchando las voces de los actores y las historias de "El gaucho solitario" al que no se le conocía la voz, solo el sonido de los cascos de su caballo, ya que el solitario aparecía en escenas culminantes, trayendo el suspenso para que al día siguiente se repitiera la escena de las vecinas que se juntaban a escuchar "Chispazos de tradición”



La importancia que adquirió este radioteatro fue verdaderamente enorme. Carlos Ulanovsky, nos dice que: “La compañia de teléfonos observaba que a la hora del radioteatro disminuía la cantidad de llamados. Grandes tiendas como Harrod’s tuvieron que colocar altoparlantes para que la clientela no dejara de ir. Los empresarios cinematográficos de todo el país exigieron a la radio que cambiara el horario porque la pasión por Chispazos estropeaba la asistencia a la función de la tarde.”




También debemos mencionar otro gran éxito de comienzo de los años cuarenta emitido por Radio “El Mundo” y que se mantuvo en el aire desde 1942 hasta 1967: “Los Pérez García”. Recreaba en 15 minutos la vida cotidiana de una familia típica de la época, con las alegrías y problemas comunes. La trama desarrollada alcanzó eco en el imaginario popular y provocó la rápida identificación y relación de la gente con las problemáticas planteadas diariamente. Esto puede verse a través de una expresión que se popularizó en la época: “Tiene más problemas que los Pérez García”.  Se transmitía de lunes a viernes, inicialmente al mediodía y, más adelante, de 20,15 a 20,30. Esos quince minutos se iniciaban con el sonido de un teléfono, al que siempre alguien contestaba diciendo "Sí amigos, esta es la casa de Los Pérez García". Un día que era el cumpleaños de una locutora, Zabalúa dijo: "Sí, Susy, esta es la casa de los Pérez García", lo que provocó que desde entonces se modificara la apertura y se incluyera cada día uno o más nombres pues llegaban cientos de cartas de oyentes pidiendo ser nombrados. El programa era representado por actores que formaban parte del elenco estable de Radio El Mundo. "Don Pedro", el jefe de la familia (Martín Zabalúa), su esposa, "Doña Clara" (Sara Prósperi), sus hijos "Luisa" (Perla Black, a quien siguieron Celia Juárez y Pepita Férez) y "Raúl" (Jorge Norton). Luego, con los años se fueron incorporando otros nombres al elenco.



En la década del ‘50 el radioteatro se enriqueció también con el surgimiento de ciclos de aventuras destinados principalmente al público infantil. Así nació “Tarzán”, bajo el auspicio del chocolate en polvo “Toddy”, “Sandokán”, “Batman y Robin”, etc.


El radioteatro abordó también el género histórico, llevó al aire escenas típicas de la época rosista, del enfrentamiento entre federales y unitarios y otros pasajes de la historia nacional.




Eva Duarte también consigue niveles de popularidad en 1938 trabajando en radioteatros. Su debut fue en el micrófono de Radio Belgrano con “Oro Blanco” un libreto de Ferradás Campos, conocido autor y letrista de Agustín Magaldi y quizá por su amistad con él, es que a Evita se le brinda la oportunidad. Pese a la poca vida que tuvo ese radioteatro, Eva Duarte consigue algunos trabajos posteriores como locutora en la emisora y continúa en teatro. Hacia mayo de 1939 el radioteatro está en pleno auge. 


Evita está a días de cumplir 20 años de edad y lo festeja con ganas; su hermano Juan trabaja en la empresa de jabones Radical para quien Evita había grabado ya algunas publicidades radiales, pero ahora es el auspiciante de un nuevo radioteatro y Evita es la elegida para protagonizarlo; con este auspicio se abren para ella las puertas del radioteatro definitivamente, encabezando junto a Pascual Pelliciotta, (que había actuado junto a ella en sus comienzos teatrales con Eva y José Franco y también en La Rueda de la Fortuna) la “Compañía de Teatro del Aire”  para emitir un romance del tipo histórico por radio Mitre; se tituló: “Los Jazmines del Ochenta” Están también junto a Evita su compañera del cuarto de pensión: Ada Pampín, y su entrañable amigo Marcos Zucker. Y aunque fue un radioteatro más en medio del dial, el micrófono le reportó a Evita las mayores satisfacciones, tanto espirituales, como materiales, logrando al fin el tan buscado reconocimiento del público. Las revistas especializadas comienzan a ocuparse de Eva Duarte; Sintonía, Antena y Radiolandia dan a conocer su rostro y su sonrisa cálida de siempre.


También le dieron brillo al radiotearto  las historias románticas con voces realmente inconfundibles como las de Oscar Casco en Radio Splendid, actuando junto a Hilda Bernard como coprotagonista sobre libretos de Nené Cascallar y de Alberto Migré, luego hicieron infinidad de capítulos en Radio El Mundo.

Los efectos para hacer sonidos ambientales merecerían un capítulo aparte: una puerta se abría o cerraba; con la tapa de un piano, o el ruido de un tiro; el libro de guardia de los locutores servía para el efecto de una bomba si se lo dejaba caer y un papel celofán, al arrugarse daba la sensación del incendio de un pastizal. Luego se sumaron los  sonidos grabados en discos que reproducían sonidos tales como la salida o llegada de un tren.



Pero no todo era entretenimiento; la pieza que aquí publico corresponde a dos libretos de la audición "La Batalla Argentina" que se emitía los días martes, jueves y sábados a las 15 hs. por LR4 Radio Esplendid (RADES) auspiciado por el "Centro Argentino de Cultura" en la temporada radial de 1944 y que luego se imprimían en pequeños cuadernillos para ser repartidos entre los oyentes. Está claro que estas emisiones de un sólo capítulo no fueron solamente un entretenimiento, sino también una excelente herramienta política para exaltar el nacionalismo y modelar el sentido común de la población. Hablamos en este caso de 1944 y para quien hasta febrero fuera el presidente de facto General Ramirez  la tarea del gobierno militar consistía en "renovar el espíritu nacional y la conciencia patria -que ha sido ahogada-, infundiéndole una nueva vida" y "dar contenido ideológico argentino al país entero". Es este General nacionalista quien estableció la veda radiofónica del lunfardo por considerarlo de origen criminal y moralmente repugnante. Debido a ello las letras de algunos tangos debieron modificarse para su transmisión pública.



Pero el radioteatro no está definitivamente perdido en el tiempo; el programa más antiguo de la radiofonía mundial es de radioteatro y es argentino: “Las dos carátulas” que se mantiene en el aire desde el 9 de julio de 1950. Fue su creador José Ramón Mayo, doctor en filosofía y letras y profesor del Instituto Superior de Enseñanza Radiofónica, que presentó la idea a las autoridades de la entonces Radio del Estado. El programa fue aceptado, se lo bautizó como Las dos carátulas en homenaje al tradicional logotipo que entrecruza las máscaras de la risa y el llanto, signos distintivos del teatro universal.

En todos esos años los nombres de actores y actrices que prestaron su arte son incontables, muchos grandes como Alfredo Alcón, Onofre Lovero, Cipe Lincovsky, Ernesto Bianco, en fin, grandes artistas bajo la dirección de directores de la talla de Armando Discépolo, Cunil  Cabanellas, Alberto de Zavalía y otros. Hoy la dirección está a cargo de Nora Massi


Desde 1998 el programa recibe el apoyo de la Asociación de Amigos de las Dos Carátulas, constituida ese año para "difundir, apoyar y colaborar en todo lo necesario para el desarrollo del teatro nacional y universal, y apoyar en general toda manifestación artística que contribuya a la elevación de la cultura". Realizan talleres para jóvenes actores y adaptadores de teatro, diseñadores musicales, de efectos especiales y de efectos de sala, y la creación de un elenco de jóvenes que desean ser actores, a los que se formará para luego incorporarlos a Las dos carátulas.


En la página web de Radio nacional pueden hallarse diversas grabaciones más o menos recientes del ciclo. Aquí una de ellas:






¿TEATRO NATIONAL O NACIONAL?

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Aclaremos la diferencia de nombres




En la imagen Florencio Parravicini presenta: "Cristobal Colón en la facultad de medicina" junto a Mecha Ortiz (¿Año 1935?) en el teatro El Nacional o el National de Corrientes 960


El teatro fue inaugurado el 5 de abril de 1906 pertenecía a Jerónimo Podestá y entre sus plateas, palcos, tertulia y paraíso, contaba con 940 localidades. La diferencia de nombres que a veces figura como Teatro El Nacional y otras veces como Teatro El National es porque al presidente (desde 1932 hasta 1938) Agustín P. Justo le molestaba el nombre Nacional y presionó a Pascual Carcavallo, que había comprado el teatro en 1910, para cambiárselo. Por entonces se lo rebautizó “National”, aunque tiempo después volvió a tener su denominación original, cuando el teatro pasó a manos del empresario Enrique Muscio y Carcavallo construyó el hoy Presidente Alvear.


A 28 años de aquel 28 de Diciembre en que los artistas pagaron la deuda externa

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EL DÍA EN QUE LLOVIERON
 DOLARES SOBRE LA CITY PORTEÑA







La idea original fue de los artistas plásticos Alfredo Benavidez Bedoya y Daniel Santoro desde el “Frente de Cultura Arturo Jauretche” del “Movimiento de Renovación Peronista” pero quien dirigió y organizó todo fue el “gran libertario de la escena teatral argentina”  Alberto Ure, con el auspicio de las revistas UNIDOS y CRISIS.



Fue el lunes 28 de diciembre de 1987. Se trató de una gran “performance financiera” en medio de la city bancaria porteña con la participación de actores, actrices, escultores, grabadores y artistas en general, que provocaron una masiva convocatoria de público en la esquina de Bartolomé Mitre y San Martín, con una lluvia de dólares truchos para pagar una deuda externa también trucha, que aún hoy ahoga a la economía argentina, en el día de los “Santos Inocentes”


“ No nos hagamos los inocentes; convocamos a la población a pagar de una vez por todas la deuda externa” 


Anunciaba desde un micrófono un locutor mientras una decena de artistas grabadores, buril en mano, imprimían más y más billetes de verdes dólares artesanales.


“Dólares argentinos para el mundo hechos por nuestros mejores grabadores”


El redoble de un tamboril no dejaba de acompañar el paso de un enorme dragón de papel y madera “Made In San telmo” que escupía dólares con la cara de Gardel en el óvalo del prócer.


“vamos, vamos, que bien disfrutamos de la deuda cuando los nobles acreedores nos prestaron sus ahorros”


También se colocó "una mesa de dinero" y una ruleta para que el público apostara en la "Gran Timba Financiera" El reparto de dólares se extendió a las calles vecinas en la medida que el público desbordaba las expectativas de los organizadores.

De la mano de Albeto Ure los actores y actrices participantes habían recibido con antelación un par de hojas mecanografiadas por el mismo Ure donde con el título “Texto Básico Para Componer el Discurso Según las Facilidades de Cada Actor” se daba a modo de guía, muchas frases de alto contenido irónico, como por ejemplo:




“hay argentinos que no se animan a salir a la calle por miedo de encontrarse con un norteamericano en la vereda y que le reclame lo que debemos”


La convocatoria al público en general fue hecha desde días anteriores desde las revistas UNIDOS y CRISIS y con reparto de volantes en la vía pública




Y la convocatoria funcionó muy bien, desde antes de las 14 hs, que era la hora convocada,  la gente comenzó a retirar sus dólares y opinaban entre ellos; un joven del público dijo a viva voz:


“Si fuimos tan inocentes de contraer esa deuda, ahora tenemos que ser muy inocentes para pagarla”



Y fue aplaudido por todos. La idea que la deuda externa era trucha y sólo merecía pagarse con dólares truchos había prendido en la gente, se agolpaban para recibir los suyos y se los daban al relator para pagar su parte de la deuda y cuando los actores hacían lo mismo con puñados de dólares falsos, eran aplaudidos por el público:


“A la hora de cumplir con la patria primero los prósperos industriales con 3 millones de dólares”


“Somos los jubilados de La Matanza; aquí tiene 150.000 dólares”


“Somos maestros de Monte Chingolo; donamos 200.000 dólares”


“Somos los cuentapropistas de Once…”


“Somos los niños del jardín de infantes…”


Pasada la hora 17 de aquel 28 de diciembre de 1987 una importante columna de artistas y público llevaron varias bolsas negras cargadas con dólares truchos hasta las puertas del Banco Central y allí las dejaron esperando que José Luis Machinea que estaba al frente de la entidad, pagase con esos dólares truchos la trucha deuda externa.



Graciela Rodríguez se encargó de la prensa y mediante esta gacetilla convocó a los medios, ante todo gráficos, que cubrieron al día siguiente lo sucedido: 







El Teatro Buenos Aires - Muiño y Alippi

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El desaparecido Teatro Buenos Aires



En el año 1936 Buenos Aires tuvo muchos cambios;  la construcción de la Av 9 de Julio, el ensanche de la Av Corrientes y la construcción del obelisco.  Y con esos cambios se fueron algunas salas teatrales de las que cuesta encontrar al menos una fotografía o referencia cierta.  Uno de los escenarios definitivamente perdidos fue el del Teatro Buenos Aires que estaba ubicado en la calle Cangallo 1043/1057.


Rosario Pino
Había sido inaugurado el  1 de junio de 1909 por una muy popular actriz malagueña de la época; Rosario Pino, que prefería la comicidad al drama, que se había iniciado en la zarzuela donde aprendió lo más pintoresco de su arte, dicen que pasaba de la música al texto con total facilidad, que se destacó en  “La Praviana”,(Comedia en un acto y prosa)  de Vital Aza; en “Las Flores”, de los hermanos Quintero;  y dicen también que transitó todas las heroínas del teatro de Benavente, y que incursionó luego en el cine sonoro europeo.



Por el escenario del Teatro Buenos Aires pasaron luego entre muchos otros grandes artistas, Angelina Pagano con “El Rosal de las Ruinas” de Belisario Roldan en 1916.


El empresario del Teatro Buenos Aires era Francisco "Paco" Delgado, un hombre de baja estatura, regordete y gruesos anteojos que al mismo tiempo producía espectáculos en España y en Montevideo.  En ese mismo año de 1916 se estrena "la Provincianita" interpretada también por Angelina Pagano y Antonio Ducasse, que tuvo una gran particularidad; entre bastidores, sin que se lo viera nunca en escena, canta una serenata el joven Carlos Gardel que ni siquiera figuraba en el programa, pero lo recordaba siempre Carlos Schaefer Gallo autor de la obra. Pocos años después, en 1923, es Francisco "Paco" Delgado quien lleva por vez primera al dúo Gardel Razzano a España.

Pero sin dudas que los mayores éxitos del teatro Buenos Aires fueron los de la compañía de Muiño y Alippi que ocuparon el escenario durante 9 años consecutivos.


Manolita Poli
El más resonante fue cuando estrenaron el 20 de abril de 1918 el sainete “Los Dientes del Perro” escrito por Alberto T. Weisbach y José González Castillo que marcó un hito fundamental en nuestro teatro, porque si bien en 1897 ya se había ejecutado y bailado un tango en la obra “Justicia criolla” y en otras obras más cada tanto se cantaba algún tango,  fue en el sainete “Los Dientes del Perro” con el tema “Mi noche triste” de Pascual Contursi, interpretado por la actriz y cantante Manolita Poli, que la música porteña se instaló fuertemente en la escena teatral porteña.  Elías Alippi, que tenía a su cargo la puesta, tuvo la idea de presentar en escena un cabaret con la actuación en vivo de la orquesta de Roberto Firpo, de enorme popularidad en esos tiempos, ejecutando tangos. Se representó durante todo ese año y fue repuesta al siguiente con el tango de González Castillo ¿Qué has hecho de mi cariño? reemplazando a Mi noche triste.¿Qué has hecho de mi cariño? es el primer tango que escribió José González Castillo y fue con música de Juan Maglio (Pacho) y fue para la obra “Su Excelencia Don Agenor Saladillo” de Carlos A. Silva y Carlos Osorio que también estrenara la compañía Muiño-Alippi en el escenario del Teatro Buenos Aires en1918, luego de que fuera rechazada por varias salas por tratarse de una sátira sobre el Dr. José S. Salinas, Ministro de Justicia e Instrucción Pública del Presidente Hipólito Yrigoyen. Recordemos que el Ministro Salinas había impuesto la obligatoriedad del guardapolvo blanco, fundó más de 100 escuelas, con 1.000 nuevos docentes  pero estaba en la picota en los agitados meses de la reforma universitaria con revueltas estudiantiles que pusieron en jaque su autoridad.


Muiño Alippi, como muchas otras compañías de su tiempo, presentaban hasta 4 funciones diarias y estrenaban entonces distintas obras por año, en 1919, por ejemplo, ofrecieron en el teatro Buenos Aires con mayor o menor suerte: “El cuento de Don Hilario” “La barra provinciana” de Collazo y Torcuato Insausti “Las pequeñas causas” de Pedro Pico, “Las niñas del 33” de Miguel Roquendo, “El Loco Ruiz” “Villa Delicias” de Federico Mertens, “En la quietud del Pueblo” de Samuel Eichelbaum y otras, alternando siempre más de una obra en un mismo día.

Luego en la temporada de 1920 Muiño-Alippi deben tratar de superar su propio éxito y presentan también en el Teatro Buenos Aires una nueva obra: “A la gran Muñeca” una revista musical en la cual el título era el nombre de una gran tienda de juguetes y, claro está, repiten la apuesta con la actriz y cantante Manolita Poli que tenía menos de 20 años y vuelve a destacarse al estrenar el tango “A la gran Muñeca”  escrito para ser cantado por ella que interpretaba el personaje “Collar de perlas” La obra y la letra del tango pertenecen de M. F. Oses, periodista y dramaturgo y la música es del maestro Jesús Ventura Lalaguna.  

En momentos previos a la interpretación del tango están en escena los personajes “Experiencia” y “Optimismo” entra “Collar de perlas” y demostrando su triste amor, canta el tango que ganó los aplausos del público aunque la letra era bastante simplona y el tango no tuvo trascendencia hasta que años después lo grabara entre otras, la orquesta de Carlos Di Sarli. Tanto es así, que de las más de cincuenta grabaciones discográficas que se hicieron del tango en sólo tres se interpretan sus versos:




Volvé, jamás otras manos

cual las de tu mujercita

harán por la tardecita

los mates que cebo yo.

Que en su espuma te contaba

que además de su dulzura

allí estaba la ternura

de aquella que lo cebó.


Desde el foso del teatro dirigía la orquesta estable el compositor del tema, el maestro Jesús Ventura Lalaguna, uno más de aquella camada de grandes músicos españoles, que dieron su aporte a lo que se llamaba en ese entonces “zarzuela criolla” que de alguna manera fue el puente entre el “género chico español” y nuestro sainete. Y fue José González Castillo, quien afirmaría en una conferencia de 1937 que:


"el género chico español, ofrecía un modelo magnífico de copiar. El chulo era el original graciosísimo de nuestro compadrito porteño. La chulapa, nuestra taquera de barrio, el pelma sablista de los Madriles nuestro vulgar pechador callejero, las verbenas nuestras milongas, las broncas nuestros bochinches."




En 1922  Muiño-Alippi estrenan en el escenario del teatro Buenos Aires "La Borrachera del Tango" un sainete considerado el antecedente legítimo de la "comedia musical porteña" Esta obra de Alippi y Carlos Schaefer Gallo fue un éxito tal, que el empresario del teatro Buenos Aires lo llevó a España a fines del año 22 y principios del año 23 y en total superó las mil funciones. Luego fue llevada al cine con adaptación de Alippi y Carlos Schaefer Gallo



Justamente Carlos Schaefer Gallo data en 1921 en su libro  “El revés de la máscara ("añoranzas y recuerdos teatrales rioplatenses") una picante anécdota de Muiño: Nos dice que de muy joven don Enrique Muiño sirvió en la Armada y surcó (según él contaba) los siete mares. Anécdotas que su socio Alippi, adjudicaba más a la imaginación que a la realidad. Y nos dice Shaefer Gallo en su libro que fue en una fría noche de 1921cuando coincidieron en el camarín de Muiño del Teatro Buenos Aires varias personalidades de la farándula porteña de entonces: Schaefer Gallo, el dramaturgo Alberto Novion, el periodista Agustín Remón, el crítico Pablo Suero, Alippi y un actor de apellido Faggioli.  Y era este último quien tomaba en solfa todas las historias que relataba Muiño, quien perdió la paciencia y lo retó a un duelo criollo, esto es, a cuchillo. Porque cuenta que Muiño alardeaba también de "vistear" como nadie. "Concertado el lance y conseguida un arma para Faggioli, pues Muiño tenía su cuchillo, salieron del teatro acompañados por los intérpretes uruguayos Antonio Daglio y Pedro Gialdroni. Antes, Alippi, que ya vestido se disponía a retirarse, trató de apaciguarlos diciendo: "Es una bravuconada que los pondrá en ridículo".  Y Muiño contestó: - "Ha terminado la función y ya no sos mi director. ¡En este drama me dirijo yo mismo!""¿Drama? -acotó Alippi-. Más bien sainete, y malo."
"Y mientras Alippi quedaba junto a la puerta del túnel del teatro, veía cómo los contendientes y sus padrinos se alejaban hacia Callao por Sarmiento. Éstos siguieron andando. Pasaron Pueyrredón. No hallaban sitio a propósito. El frío cortaba las carnes. Y como no había miras de dar con un "terreno de honor", ya cansado, Daglio los llamó a la reflexión. Después de discutir el caso, Gialdroni les hizo estrecharse las manos, yéndose a celebrar el feliz desenlace a un cafetín del barrio. Ya sentados en torno de una mesa, Muiño, sacando de la cintura su cuchillo, y desenvainándolo, lo blandió ante Faggioli, diciéndole: "¡Miralo! ¡De la que escapaste! ¡Está envenenado!".


Muiño en "Gaetano" Teatro Buenos Aires Año 1930
Muiño y Alippi eran claramente dos personalidades muy distintas y ha contado Iris Marga que fue ensayando en el teatro Buenos Aires, que Muiño, bohemio irremediable, llegaba siempre tarde a los ensayos. Alippi, que en cambio era la puntualidad y la exactitud en persona, minucioso hasta la exasperación, ese día el retraso de Muiño sobrepasó todos los límites: media hora, una hora, una hora y media... y cuando por fin llegó, a las cansadas, Alippi lo increpó duramente. Muiño, fingiendo, mostró su reloj de bolsillo, convenientemente atrasado. Alippi, enfurecido se arrancó de la muñeca el magnífico reloj suizo de oro que era su orgullo, lo arrojó al suelo y exclamando "¡Entonces esta porquería no sirve para nada!", lo aplastó bajo el taco de su zapato. Muiño, avergonzado, no pudo contener las lágrimas y pidió perdón a toda la compañía.


Quizás por estas desavenencias la compañía tuvo un momento en 1926 en que se disolvió pero años después en 1932 volvió a unificarse  y pasaron luego al teatro El Nacional aunque en algunas ocasiones volvieron al teatro Buenos Aires que los había visto nacer y crecer como compañía.

Otro gran tango que se estrenó en el escenario del teatro Buenos Aires fue “La casita de mis viejos” en 1929. Según los recuerdos de Cadícamo, (su autor) fue durante un ciclo de funciones que cumplió la compañía brasileña de revistas Tro-lo-lo  cantado por la cantante brasileña Italo Ferreyra dirigida por Jardel Jércolis. Cuando promediaba la temporada se sumó Cobian (el compositor del tema) al elenco para tocar el piano y allí se estrenó “La casita de mis viejos”   aunque el estreno oficial dice que estuvo a cargo de la cancionista Tania, en el teatro Maipo el sábado 19 de septiembre de 1931 con la revista “Lo mejor es reír” con dirección de Ivo Pelay.



Luego se presentaron sobre el escenario del Buenos Aires diferentes sainetes y revistas hasta que en 1936, el Teatro Buenos Aires fue demolido y bajo sus escombros quedaron sepultados aquellos éxitos que hoy ya nadie recuerda y que trato de mencionar aquí, aunque sabiendo que muchos más son los que quedan por rescatarse del olvido.



Orfilia Rico Señora de la escena rioplatense desde 1901 hasta 1922

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Orfilia Rico

La "madre" del teatro costumbrista



Orfilia Rico, montevideana, nació casi sobre un escenario el 5 de abril de 1871. Aseguran que su madre Lorenza debió interrumpir una función de“Los hijos del Capitán Grant”(*) para parirla.  Su padre, Carlos Rico, era tenor y primer actor. Lorenza primera tiplé. Ambos, intérpretes de zarzuelas y repertorio clásico español, le dieron a su hija Orfilia una infancia entre telones y bastidores. Con apenas 5 años tuvo su primera interpretación con texto, actuando junto a su madre y su hermana Concepción, en la obra “El pañuelo blanco” del dramaturgo Eusebio Blasco en el Teatro Cibilis de Montevideo. Luego vendrían incontables teatros, salones y años después, ya adolescente, en un carromato de actores trashumantes llegó a presentarse en algunas provincias argentinas, interpretando papeles de “Damita joven” dentro del  repertorio clásico español, con larguísimos textos que Orfilia memorizaba con exactitud.


(*)  “Los hijos del Capitán Grant” es una novela de Julio Verne, que se editaba por fascículos y era muy popular en esos años. Es probable que los padres de Orfilia Rico hayan utilizado esa popularidad para aprovecharla en alguna adaptación propia y por ende desconocida.

Cuando llega a Buenos Aires decide instalarse y abandonar el carromato. Se suma a diferentes compañías locales, así pisa los escenarios del Teatro Argentino, el Teatro Mayo, el Teatro Onrubia con comedias y sainetes con variada suerte. Cuando regresa a Montevideo, es para intentar armar compañía propia junto al actor Salvador Rosich y volver al repertorio clásico español que tanto Orfilia como el actor catalán conocían muy bien. Ya no cubría el rol de “Damita Joven”, gracias a su firme presencia escénica, su fuerte contextura física y su potente voz, se instala siendo aún muy joven como “actriz de carácter”, rol que ya no abandonaría nunca más.


Recordemos que en esos tiempos los roles en escena estaban muy tipificados; una actriz o actor “de carácter” era quien, por su talento y aptitud física, podía interpretar personajes de diferentes edades, distintos estereotipos, de nacionalidades diversas, ciegos, madres abnegadas, etc. Es decir artistas que pueden “caracterizarse” y aportar a la compañía todo tipo de personajes reconocibles por el público.


Dicen que en 1901, interpretando en Montevideo a una mujer mulata, por su discurso físico y su dicción exacta, impresionó al dramaturgo uruguayo Enrique De María que, de inmediato, la recomendó a Jerónimo Podestá que acababa de separarse de su hermano “Pepe” y junto a Marita, Anita y Blanca Podestá estaba formando su propia compañía. Orfilia debía pasar del “Teatro Clásico Español” al “Teatro Criollo” y aceptó el desafío. Traía una formación muy diferente a la de todos sus compañeros y compañeras de elenco que venían del arte circense y algunos de ellos eran analfabetos, Orfila, que desde niña acostumbrada a memorizar largos textos clásicos, no necesitaba del apuntador y esta característica le permitió que, apenas incorporada a la compañía, pudiera reemplazar sin ensayos y con apenas un breve tiempo para leer el texto a Anita Podestá que había sufrido una indisposición repentina.


Orfilia Rico en 1911
Jerónimo Podestá entendió de inmediato que tenía a su lado a una gran actriz, viajaron a Buenos Aires y juntos ganaron los aplausos en el Teatro Rivadavia con el sainete “Bohemia Criolla” de Enrique de María y desde el debut conquistó los halagos de la crítica. La lista de estrenos encabezados por Jerónimo Podestá y Orfilia Rico es inabarcable, todos bien recibidos tanto por el público como por la crítica. Pero un estreno marcaría la historia del teatro rioplatense; fue cuando interpretando el rol de “Doña Mariquita” estrena “Mi hijo el Dotor” y emociona hasta las lágrimas a Florencio Sánchez que le dice: “Usted no es Doña Orfila, usted es esa vieja que yo inventé para mi obra”


Es que en el paso del “Teatro Clásico Español” al “Teatro Criollo” Orfilia había ganado en naturalidad en sus interpretaciones; la “actriz característica” no repetía gastados arquetipos, ella los buscaba en la realidad para llevarlos a escena: al respecto Carlos Schaffer Gallo recuerda que cuando Orfilia estrenó (junto a Pablo Podestá) su primera obra “La novia de Zupay” le pidió al autor que le refiriera todo lo que había imaginado del personaje de Gualberta que ella debía interpretar, que cómo era físicamente, cómo se movía y principalmente cuál era la fonética de su modo de hablar y lo persiguió con preguntas hasta que el autor le trajo a una criada santiagueña de la cual Orfilia Rico no habría de separarse hasta el día del estreno.


En Orfilia Rico se sucinta más de una página de la historia de nuestra escena; luego de “Mi hijo el dotor” es ella junto a Jerónimo Podestá quién estrena en noviembre de 1903 “La Gaviota” de Nicolás Granada y en mayo de 1904 vuelve a firmarle la partida de nacimiento a otro clásico; estrena “¡Jettatore!” de Gregorio de Laferrere. Orfilia en muy poquitos años había conquistado a todo el público porteño; no se llevaba sólo el aplauso del sector popular, a Orfilia Rico iban a verla también las clases más acomodadas, que adherían mayoritariamente al llamado “teatro culto” pero con Orfilia no faltaban a la cita y este era un fenómeno  muy particular que llamaba la atención de empresarios, dramaturgos y críticos.


Angelina Pagano
Es quizás por esto que, Angelina Pagano, que era un poco la actriz predilecta del “teatro culto” de ese tiempo, la convoca en setiembre de 1904 a integrarse a su compañía que acababa de formar junto al actor Alejandro Almada y deciden repetir el éxito del año anterior de “La Gaviota” de Nicolás Granada. Orfilia acepta, pero aquí pasa, de una serie de grandes éxitos, a un fracaso estrepitoso y la puesta apenas si soporta 4 funciones y debe ser levantada y la compañía debió disolverse. Pero Orfilia quería seguir insistiendo y ya sin Pagano, Orfilia y Alejandro Almada vuelven a intentarlo y presentan “La Gaviota” en el Teatro Rivadavia el 7 de diciembre de 1904. Pero aquel éxito enrome junto a Jerónimo Podestá del año anterior, volvió a fracasar y el 26 de diciembre debieron bajar del cartel del Teatro Rivadavia.


Orfilia integra luego diferentes compañías y estos intentos, sin éxitos destacables, se prolongan durante todo el año 1905 hasta abril de 1906 en que vuelve a trabajar junto a Jerónimo Podestá presentando “Locos de verano” de Gregorio Laferrere en el Teatro Nacional. Ese año estrena también tres obras de Alberto Novión en las que representa a una vieja criolla y las tres impactan fuertemente en el público y luego cambia rotundamente al interpretar en ese mismo año a una señora de la aristocracia en “Bajo la Garra” de Laferrere y es el diario La Prensa del 30 de mayo de 1906 que destaca ampliamente su trabajo diciendo que fue la única del elenco que supo “vestirse, hablar y representar a una dama de sociedad”


Orfilia Rico en el estreno de "Las de Barranco"
Aquí, los autores entienden que deben escribir inspirados en ella, es Orfilia Rico quien les marca el rumbo, sus personajes de “actriz característica” son los que llevan la escena, la acción de la obra la bastonea ella interpretando generalmente a madres comprensivas y cariñosas o despóticas, pero siempre siendo el eje de la acción dramática, de allí que muchos se refieren a Orfilia Rico como la “madre del costumbrismo” en la escena nacional. El punto culminante de esta relación con el autor es “Las de Barranco” que Gregorio Laferrere en un principio la escribe pensando en un monólogo para que interprete Orfilia Rico, luego va integrando los otros personajes y la acción dramática pasa indefectiblemente por “Doña María, viuda de Barranco” y esta fórmula asociativa de autor e intérprete se repite en obras como “Las d`enfrente” “Delirio de grandeza” y muchas más con distintos autores.


Y como en 1904 el público la acompaña congregando nuevamente tanto a las clases populares, más habitué de los fines de semana y al público “culto” que concurría a verla generalmente en días de semana y olvidando aquel fracaso de diez años atrás, en 1914 vuelven a insistir en formar compañía con Angelina Pagano denominada “Compañía Pagano-Rico” pero nuevamente el fracaso no se hace esperar; el público ponía en cada una de ellas expectativas diferentes y el lucimiento de una no se compadecía con el de la otra. Pagano se destacaba en roles melodramáticos y de Orfilia Rico el público esperaba el humor con cierta picardía, más propio del sainete, como el “aparte”, el remate gracioso al cerrar cada acto, el equívoco idiomático con el “cocoliche” etc. de modo que no había modo que pudieran funcionar juntas  y pronto se disuelve la compañía.


Separada entonces de Pagano forma nuevamente compañía propia junto al actor argentino Juan Mangiante, que manejaba también excelentemente los recursos del humor,  esposo de la actriz María Esther Buschiazo que también abandona el elenco de Pagano y se queda a formar parte de la nueva compañía, denominada “Rico-Mangiante”. Se presentan desde junio de 1914 en el Teatro Nuevo con un repertorio seleccionado para el mayor lucimiento de la comicidad de Orfilia Rico, con autores enormes como Alberto Vacarezza, Alberto Novión o Discépolo entre otros y en estas presentaciones se extreman los recursos “efectistas” a favor del humor.


En 1915 se presenta junto a “Pepe” y Blanca Podestá, también en el Teatro Nuevo con “Los espantapájaros” de Roberto Cayol y luego presentan “La viuda influyente” de Belisario Roldán, donde logran que del personaje de Orfilia Rico, que parodia a una señora de la aristocracia porteña llamada  “Susana Torres de Castex” hablase todo Buenos Aires.


Programa de Mano Cine Callao "Hasta después de muerta"
Entre 1915 y 1916 Orfilia Rico participa de dos películas de notable éxito en el incipiente cine mudo nacional; “Nobleza Gaucha” y “Hasta después de muerta” 

Esta última con actuación protagónica del “capo cómico” Florencio Parravicini y entonces, la idea de juntarlos sobre un escenario no se hace esperar; se suma Pablo Podestá y forman la “Compañía Rico-Parravicini-Podestá”  Nótese que el primer apellido es el de Rico, precediendo a dos enormes como Parra y Pablo, pero el verdadero duelo por las preferencias del público estaría sobre el escenario y si escribir para un capo cómico no era tarea fácil, equilibrar el lucimiento de tres parecía imposible. Estrenan primero en mayo de 1916 “Mamá Culepina” una obra de García Velloso y 45 días después estrenan “La llegada del batallón” de Sánchez Gardel que además dirigía la obra, tratando de equilibrar no sólo desde el texto sino también desde la puesta el lucimiento de los tres, pero sin lograr el verdadero trabajo en conjunto y la crítica no lo dejó pasar por alto. Hacia fin de año Pablo Podestá se retira y si bien Orfilia y Parra siguen juntos un año más en el Teatro Argentino, no obtuvieron durante 1917 ningún éxito destacable.



En 1918 Orfilia Rico vuelve a formar compañía propia, esta vez junto al actor Enrique Arellano y ocupa nuevamente el escenario del Teatro Nuevo. Allí representa “La loca de azul”  una obra de García Velloso, que pasó sin mayor pena ni gloria, pero promediando el año suben a escena “Delirios de grandezas” y aquí sí el éxito acompañó estando algo más de un año en cartel.


Durante 1920 vuelve a incorporarse a la Compañía de Pablo Podestá junto también  a María Esther Buschiazo y Enrique Arellano y no les va nada mal con “La fiera dormida” una pieza de Ricardo Hicken. Pero Ofilia Rico se siente afectada por algunas críticas, más bien del ambiente, que rumorean que Orfilia Rico no puede dejar de repetirse y ella confiesa sentirse un poco atrapada por su propia creación de personajes criollos y cómicos y Federico Martens le presenta una obra con otras exigencias y pese a que la aconsejaban sus allegados que no corriera riesgos, ella acepta ser la protagonista catalana de “Mamá Clara” y logra de inmediato el aplauso del público y el reconocimiento de la crítica.


El año 1922 marca lamentablemente la despedida para Orfilia de los escenarios; en marzo presenta “¡Criolla Vieja!” de Pedro y Benjamín Aquino, en el Teatro Liceo, luego  presenta luego  “Las señoritas Menchaca” de Martens y logra un último y contundente éxito con la obra de Goicochea y Cardone “Aquí mando yo”  El 30 de octubre de 1922 cuando había salido ya de su casa rumbo al teatro un ACV la deja hemipléjica, limitada a una silla de ruedas que no abandonaría nunca más. Desde su casa del barrio de Flores intervino en algunas emisiones radiales pero, claro, ya no era lo mismo.

El sábado 5 de Junio de 1926 desde las dos de la tarde se presentó en el Teatro Nacional un festival a beneficio y en honor de Orfilia Rico. Dentro del extenso programa, con primeras figuras del teatro rioplatense, se presentó “Mi hijo el Dotor” interpretando Blanca Podestá el personaje que Orfilia inmortalizara en su estreno. Orfilia Rico tuvo 4 hijos; Sarah, Carlos, Felix y Rodolfo, ellos aseguraron que su madre nunca perdió las esperanzas de recuperarse y volver a actuar, pero su vida se apagó sin lograrlo el 10 de octubre de 1936.





AQUEL TEATRO FILODRAMÁTICO, SOLIDARIO Y LIBERTARIO QUE PARIÓ AL TEATRO DE HOY

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Por Roberto Famá Hernández 


Desde el último tercio del Siglo XIX las diversas olas de inmigrantes, preservando su identidad cultural y social en la nueva tierra, dieron lugar a infinidad de asociaciones civiles de colectividades por lugar de origen o por filiación política, tanto de anarquistas como socialistas y en años posteriores a exiliados republicanos durante la Guerra Civil Española.


Aquellas manos obreras trajeron un equipaje solidario, cultural y libertario que rápidamente se expandió por todo el país y en las sedes de sus agrupaciones sociales nunca faltó ni la biblioteca ni el “salón de fiestas” con su correspondiente escenario para que los músicos y elencos filodramáticos pudieran brindar su arte, porque con el arte se podía superar y aprovechar de una manera enriquecedora la problemática del desarraigo y la dificultades que implican el echar nuevas raíces en tierras extrañas.

Hacia 1924 se registraban, en la Capital Federal cerca de 150 espacios de diferentes agrupaciones y en 400 pueblos y ciudades de todo el país, más de 500 escenarios, entre medianos y grandes, donde se desarrollaban actividades musicales y teatrales. Un ejemplo a imitar resultaba el Vorwarts, de Rincón 1141 con capacidad para 600 personas, perteneciente a la colectividad alemana, una de las colectividades con mayor nivel organizativo o bien, el escenario de La Casa Suiza sobre la calle Rodríguez Peña que sobrevivió hasta hace muy poco y fue el reducto predilecto de la cultura afro desde los tiempos de Sarmiento hasta nuestros días. El que sí ha sobrevivido casi intacto es el Teatro Verdi, construido para lucimiento del arte lírico en pleno corazón del barrio de La Boca.


Teatro Verdi hoy
Un tercio de estos espacios pertenecía a agrupaciones de origen italiano, algo similar sumaban las españolas y luego de otras nacionalidades junto a agrupaciones anarquistas o socialistas conformaban el tercer tercio. Muchos de esos escenarios hicieron luego posible que el teatro comercial de aquellos años, pudiera salir de gira por el país. Fueron las agrupaciones sociales las que tejieron esa red de espacios escénicos y no los Estados provinciales o el nacional que no se ocuparon de construirlos.

La ruta escénica más transitada hacia inicios del Siglo XX era desde Buenos Aires, camino a Rosario y luego a Uruguay cerrando el triángulo en Montevideo; circuito creado por “obra y gracia” de las agrupaciones artísticas anarquistas y socialistas que necesitaban evadirse de la persecución policial, no quedándose fijos demasiado tiempo en un lugar y refugiándose en las distintas “sociedades de resistencia” denominación que se les daba a las asociaciones gremiales por oficios, que mayormente existían en pueblos y ciudades de ese circuito. 

Un repaso por los diarios de la época, nos permite dar cuenta que en Buenos Aires existían no menos de 42 agrupaciones o elencos filodramáticas de origen socialista o anarquista, en Rosario no menos de 10 y en Santa Fe al menos 6.


El primer objetivo de estas agrupaciones filodramáticas era la difusión de sus ideas libertarias mediante el arte escénico; las funciones se iniciaban habitualmente con un himno obrero, como “Hijos del Pueblo”


Hijo del pueblo, te oprimen cadenas | y esa injusticia no puede seguir. | Si mi existencia es un mundo de penas | antes que esclavo prefiero morir. | Esos burgueses, asaz egoístas | Que así desprecian a la Humanidad, serán barridos por los anarquistas | al fuerte grito de libertad.
Luego se presentaba el drama social o “boceto” y al término una conferencia dogmática o bien un debate abierto. No olvidemos que para estas agrupaciones filodramáticas lo importante no era hacer una función artística frente al público, sino con el público, el éxito era lograr que el espectador se involucre, se conmocione con lo que estaba sucediendo sobre el escenario

Silverio Manco, peluquero, actor y dramaturgo anarquista junto a su esposa, interpretando su obra breve "Navidad" en un improvisado escenario en la agrupación "Los Leones" en Lanús en la navidad de 1910.


Tanto para las agrupaciones políticas como para las agrupaciones de colectividades de origen, otro objetivo importante de cada función era la recaudación de fondos por venta de entradas y de rifas que se vendían antes y luego de la función, muchas veces con premios importantes; o una máquina de coser que ayude a solventar la economía familiar o un revólver con su correspondiente caja de balas en algunas agrupaciones anarquistas.


Lo recaudado en las agrupaciones de colectividades de origen era mayormente dirigido al sostén económico de la agrupación y asistencias de salud de la comunidad a la que representaban, mientras que en las agrupaciones socialistas y también en las  anarquistas, buscaban solventar sus publicaciones periódicas o dar sostén económico a las familias de aquellos militantes presos, muertos o deportados, o bien, hacían contribuciones solidarias con los huelguistas de tal o cual conflicto.


Las funciones, pese a no ser profesionales eran muy convocantes, el promedio era de 250 asistentes por función, las que llegaban a 500 entradas eran consideradas un éxito pero no eran tampoco propio de raras excepciones, acontecían sobre todo en determinadas fechas de patronos de cada ciudad de origen o en fechas tales como el 1° de mayo entre las agrupaciones políticas o sindicales o bien, cuando de la conferencia dogmática o del debate participaban figuras destacadas, como Alfredo Palacios entre los socialistas u otros referentes sociales de la época.


Estos grupos filodramáticos no sólo dieron lugar a infinidad de escenarios en el país, sino que de ellos surgieron grandes nombres de la dramaturgia rioplatense como Florencio Sánchez, Roberto J. Payró, José de Maturana, José González Castillo, Armando Discépolo y muchos más. La mística libertaria de estos elencos ha parido luego a nuestro teatro independiente de ayer y de hoy, del que se alimenta el teatro comercial, el oficial y el cine y la Tv, ya que es la usina, la fragua donde se forjan los artistas de nuestra escena, valorados en el mundo por su creatividad y capacidad interpretativa.

Antiguo Teatro Argentino




CUANDO LA CENSURA ALCANZÓ AL LUNFARDO

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El lunfardo fue considerado un vocabulario espurio por la xenófoba y clasista alta sociedad porteña. 




En cuanto al mal que resulta de una censura, es imposible de medir, ya que es imposible decir dónde termina” 

Jeremy Bentham





Por Roberto Famá Hernández

El lunfardo, que para algunos entendidos no conforma un lenguaje, ni siquiera un dialecto, sino apenas un vocabulario pobre, surge en ambas orillas del Río de La Plata y en la zona portuaria de Santa Fe, durante los últimos años del Siglo XIX y principios del Siglo XX con el aporte de vocablos propios de las distintas olas migratorias, sobre todo la italiana, que se entremezclan con palabras de origen indígena, africano, y gauchesco, que ya había en estas tierras.


Por décadas toda una serie de prejuicios, de los que ni siquiera Borges estuvo ajeno, han calificado al lunfardo como un vocabulario espurrio, grosero, muy propio de las cárceles y de los delincuentes. En 1878 en el periódico La Prensa, bajo el título “El dialecto de los ladrones” se da cuenta de una serie de palabras en lunfardo y su significado en castellano. Ezequiel Martínez Estrada, que tanto ha reflexionado sobre la psicología y el carácter de nuestro país, en su libro “Radiografía de la Pampa” editado por vez primera en 1933 afirmó que:

“En la formación de las palabras espurias hay algo de ignorancia y de pereza, pero hay mucho más de intención rebelde, esas palabras victimarias de otras que automáticamente se sepultan debajo, se propagan con facilidad aún en los círculos superiores porque llegan como un hálito de la venganza anónima.”
Considerado durante décadas el lunfardo un vocabulario espurio por la xenófoba y clasista alta sociedad porteña de principios del Siglo XX, esa supuesta “intención rebelde” que describe Martínez Estrada, les resultaba una amenaza y en ese “halito de venganza” anidó el miedo a perder privilegios, en un tiempo de anarquistas, de lucha de clases y reclamos de derechos.


El lunfardo había llegado ya a ciertas revistas ilustradas de gran circulación como Caras y Caretas, PBT, Fray Mocho, que ubicaban ciertos vocablos como un recurso expresivo y caracterizador, especialmente en viñetas que reflejaban la realidad social. Más adelante, el lunfardo formó parte de las aguafuertes, también de las secciones de humor y luego aparecieron algunos términos en la sección policiales de los diarios. 

Pero donde más hondamente se radicalizó el lunfardo fue, sin dudas, en las letras de tango y en los sainetes del teatro criollo, esto era lo más irritante para cierta elite rioplatense.

Por decreto del 13 de agosto de 1931, del Presidente golpista, general José Félix Uriburu, crea la Academia Argentina de Letras, y en el articulado del decreto, donde especifica las funciones de la institución dice entre otras obligaciones que debe: “Velar por la corrección y pureza del idioma, interviniendo por sí o asesorando a todas las reparticiones nacionales, provinciales o particulares que lo soliciten”. De allí que una de las primeras resoluciones de la Academia pedía a diarios, radios, teatros y revistas, “desterrar de sus textos, repertorios y audiciones, voces y frases incorrectas”. Esta resolución fue el primer antecedente administrativo de intento de censura sobre el lunfardo.


Luego se sucedieron varias disposiciones administrativas regulatorias de la actividad radial, pero después del año 39 las autoridades estaban más celosas de las expresiones políticas, atentos a la manipulación de la opinión pública que había logrado Joseph Goebbels como Ministro para la Ilustración Pública y Propaganda del Tercer Reich, en un contexto donde nuestros militares estaban divididos entre aquellos que pugnaban por mantener la neutralidad en la Segunda Guerra Mundial, que eran acusados de simpatizantes de Hitler y quienes querían brindar apoyo a las tropas aliadas contra el nazismo.


Con el golpe militar del 4 de junio de 1943 todo se aceleró, al punto que en menos de una semana, exactamente el 9 de junio, con una resolución de la Dirección de Radiocomunicaciones, se creó el llamado Manual de Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión, dando lugar al llamado “proceso de depuración del lenguaje radiofónico” una verdadera mordaza que, entre otros males, censuró el vocabulario lunfardo bajo la excusa de resguardar valores éticos, morales y de preservación del castellano, al punto que consagrados poetas, dramaturgos y libretistas se vieron obligados a “depurar” su lenguaje.


Un caso paradigmático es el de la consagrada humorista y libretista Nini Marshall, pese a que sus personajes contaban siempre con un locutor como partenaire, que corregía cada una de las “deformaciones” del lenguaje, fue censurada por expresa orden del entonces Ministro de Justicia e Instrucción Pública, Dr. Gustavo Martínez Zuviría, que como escritor firmaba bajo el seudónimo Hugo Wast, sus novelas costumbristas tendenciosas y superficiales, puestas al servicio de la moral católica, por las cuales alcanzó la medalla de oro de la Real Academia Española de la Lengua.

Los autores de libretos para radioteatros, que era la forma de entretenimiento más popular para la época, optaron por volcarse a temas de nacionalismo histórico, o exaltación de la “raza hispana” y obras costumbristas, pero que honraran valores morales y éticos, acorde al paladar nacionalista del poder de turno y de sus censores.


Los dos radioteatros más exitosos trataron los problemas propios de la clase media. El de mayor popularidad se inicia en 1942 titulado “Los Peréz García” del libretista Oscar Luis Massa, que se emitía de lunes a viernes en horas del mediodía por Radio El Mundo y trataba, con marcado corte moralista y cuidado del idioma, los problemas típicos por los que atravesaban “Los Pérez García” y cada semana transcurría sobre un mismo problema, al llegar el viernes, lograban el final feliz y a tal punto el objetivo era moralizante, que sobre cada final, el actor Martín Zabalúa daba una conclusión que debía extraerse de lo que había sucedido, a modo de moraleja. Otro radioteatro de rotundo éxito fue “Qué pareja!” de corte humorístico con textos de Jorge Paz sobre un matrimonio de la época, también de clase media, pero con muchos enredos dentro del clásico humor apto para toda la familia, que se transmitía del mismo modo por Radio El Mundo, de lunes a viernes, 19,45 con una duración de 15 minutos.

Los letristas e intérpretes de tangos y milongas fueron los más perjudicados con la persecución al lunfardo, en tanto que se vieron obligados a modificar sus títulos y versos para ser emitidos por las radioemisoras. Como la prohibición se limitaba a la difusión radial, los mismos tangos podían ser grabados en versiones libres y cantados en lugares públicos o privados sin restricción alguna. Algunos tangos que no utilizaban vocablos del lunfardo pero también fueron obligados a modificar sus poemas por ser considerados contrarios al discurso moralista que se quería imponer; tal el caso, entre muchos otros, del tango “Tal vez será mi alcohol” con música de Lucio Demare y versos de Homero Manzi, que debió cambiar su título a “Tal vez será su voz” y modificar  su letra de la siguiente forma:

“Tal vez será mi alcohol”

Tal vez será tu voz,


aquella que una vez


de pronto se apagó.


¡Tal vez será mi alcohol, tal vez!

Su voz no puede ser,

su voz ya se durmió.

¡Tendrán que ser nomás

fantasmas de mi alcohol!
“Tal vez será su voz”

Tal vez será el rumor

de aquella que una vez

de pronto se durmió.

¡Tal vez será su voz, tal vez!
Su voz no puede ser,
su voz ya se apagó,
¡tendrá que ser nomás
mi propio corazón! 


El Manual de Instrucciones para las Estaciones de Radiodifusión se mantuvo vigente hasta 1953 en que se sancionó la primera ley de radiodifusión, Nº 14.241. Con esta normativa, la radio pasó a ser considerada un “servicio de interés público” pero se la siguió regulando de una manera muy parecida.


REPORTAJE “INTERVENIDO” A ROBERTO ARLT

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Roberto Arlt nos describe con absoluta sinceridad y crudeza el tiempo literario que le ha tocado vivir


Por Roberto Famá Hernández


Fue Roberto Viaggiatore, un viejo librero del barrio de Flores, muy fanático de Arlt, quien me retó a entrevistarlo:


“Vos, yo, y todos sabemos bien– me dijo -  que Roberto Arlt no gozó del reconocimiento de sus pares, más bien, nuestro admirado tocayo sufrió el desprecio de la elite cultural de su época. Pero lo que no sabemos muy bien, es que pensaba Arlt de los referentes culturales de su tiempo. ¿Por qué no lo vas a ver en el pasado y le sacas un lindo reportaje donde él opine sobre eso? ¿Te animas?”

 Cuando Viaggiatore me tira un guante semejante a la cara no me queda otra opción que recogerlo, así que discutimos un poco en que momento de la vida de Arlt era mejor ir a entrevistarlo. Yo propuse julio de 1942, poco antes de su muerte, pero Viaggiatore opinó en que lo mejor era ir unos 90 años atrás, allá por agosto de 1929, luego de “Juguete Rabioso” y poco antes de “Los Siete Locos”. Como nunca pude ganarle una discusión a Viaggiatore, acepté sin más trámite.


Al día siguiente ya estaba yo viviendo el miércoles 28 de agosto de 1929, un poco antes de las diez de la mañana, preguntando por Arlt en la redacción de “El Mundo”. Me contestaron que no vendría, que se había tomado unos días de licencia porque quería corregir algunos escritos suyos muy importantes.


De inmediato di por hecho que, otra vez, Viaggiatore tenía razón, que seguramente Arlt estaba trabajando en los toques finales de “Los Siete Locos” que Latina editaría en noviembre. Además, viendo el clima que se vivía en la redacción del diario, me di cuenta que había llegado en un momento interesante; el dirigible Graf Zeppelin completaba su primer vuelo alrededor del mundo mientras en Londres aceleraban su propio dirigible, el R100 y la gente del diario, leyendo los telegramas parecía fascinada con la idea de estar viviendo un futuro revolucionario. Yo estaba también fascinado, pero por estar en un pasado revolucionario para nuestra historia literaria; un tiempo desbordado por polémicas virulentas entre los mayores referentes de nuestras letras y ansioso por saber por boca del propio Arlt que pensaba él de aquel presente literario.


En la redacción me facilitaron la dirección donde Arlt estaba alojado; era a muy pocas cuadras de allí; me comentaron que era el departamento de Conrado Nalé Roxlo, frente al Parque Lezica y que Nalé se lo había prestado a su amigo mientras Conrado estaba en Uruguay. En horas de la tarde logré que Arlt me reciba allí.


Un edificio de altos, una habitación que, a las claras, se evidenciaba como el refugio propio de un escritor. Estar frente a uno de los hombres más importantes de nuestra literatura para reportearlo no es fácil; el primer esfuerzo es no dejarse llevar por la admiración, el segundo es que no se note que uno ya conoce el futuro que le espera al entrevistado y a los escritores que serán nuestro tema de conversación.


Arlt me recibió con cierta curiosidad, le expliqué que era para una nueva revista aún por presentarse en sociedad y que no podía, por esa razón, dar mayores detalles del medio para el que escribiría. Sonrío intrigado y al momento apartó el sillón del escritorio hasta colocarlo junto a una pequeña mesa con base de mármol. Yo ocupé una silla a su derecha, del otro lado de la pequeña mesa, mientras él se desparramaba cómodamente en el sillón. 

Luego de algunos rodeos le expliqué que lo que buscaba en la nota, era que me hablase de los escritores de nuestro país, que me diera su opinión sobre ellos. Me miró fijo, se echó sobre el respaldo del sillón, abrió sus brazos y con cierta ironía me dijo:


¡Pero hombre, eso es hacerme hablar mal de todo el mundo!


Bueno, no me hable mal de todo el mundo, sólo hablemos de algunos referentes de nuestra cultura nacional.


Vea, si por cultura usted entiende una psicología nacional y uniforme, creada por la asimilación de conocimientos extranjeros y acompañada de alguna característica propia, esa cultura no existe en la Argentina. Aquí lo único que tenemos es un conocimiento superficial de libros extranjeros.


Pero… ¿Y nuestros autores?


Una fuerza vaga que no sabe en qué dirección expansionarse.

Saca de su cigarrera dos cigarrillos Abdulla, me invita uno, lo acepto. Me habla maravillas de las propiedades del tabaco turco y agrega que no son caros. Enciende un fósforo de cera, me da fuego y con el mismo fósforo, quemándose casi la yema de sus dedos enciende el suyo. Pita fuerte, vuelve a recostarse sobre el respaldo del sillón y volviendo sobre el hilo de la conversación literaria me dice:


Por consiguiente, mi amigo… no hay una cultura nacional. Y las obras que llamamos nacionales, como el “Martín Fierro” sólo le pueden interesar a un analfabeto. Ningún sujeto sensato puede deleitarse con esa versada; parodia de coplas de ciego que ha enternecido, según parece, a los corifeos de la nueva sensibilidad…

Detrás de sus palabras creo ver un fastidio ya viejo. Se levanta, camina con el cigarrillo entre sus labios y con ambas manos en los bolsillos de su pantalón, queda de espaldas a mí varios segundos, fumando y mirando por la ventana hacia el Parque Lezica. De pronto gira y me dice:


Los países que más activamente influyen en nuestra formación intelectual son, sin disputa alguna, España, Francia y Rusia. Las literaturas inglesa y alemana no han encontrado traductores ni siquiera interés en nuestros editores. De allí que desconozcamos casi uno de los filones más importantes de la cultura, que ha elevado la civilización de los pueblos.

¿Cómo entiende usted, la dispar influencia que hay entre nuestros escritores?


Mire; usted puede dividir a los escritores argentinos en tres categorías; españolizantes, afrancesados y rusófilos

Mientras Arlt regresa al sillón. Le pido que, por favor, me cite algunos nombres

Entre los españolizantes ahí tiene usted a Banchs, Capdevila, Barnárdez, Borges… Entre los afrancesados mire usted a Lugones, Obligado, Güiraldes, Iturburu, Nalé Roxlo, Lascano Tegui, Mallea y le diría Mariani, entre sus actuales tendencias…

Apaga el cigarrillo sobre un cenicero de bronce con forma de hoja de parra y se sienta en silencio. Le reclamo que me faltarían los rusófilos.


Ahí ubíqueme a mí… También Castelnuovo, Eichelbaum, Barletta, Eandí, Enrique González Tuñón…

Rusófilos, serían, entonces, todos los del llamado Grupo Boedo.


Digamos que sí, casi todos.

¿Qué le gusta de nuestros escritores?


Me gustan ciertos poemas de Lugones, Obligado, Córdova, Rega Molina, Olivari… Aunque no me extrañaría, por ejemplo, que Lugones saliera un día escribiendo una novela sobre algún conventillo; está tan íntimamente desorientado este hombre, que dispone de un instrumento verbal muy bueno, pero de unos motivos tan ñoños que…

¿Y Ricardo Rojas?


Rojas creo que únicamente puede interesar a las ratas de bibliotecas y a los estudiantes de filosofía y letras. En cambio Lynch y Quiroga me gustan mucho. Quiroga tiene antecedentes de literatura inglesa y se le podría filiar entre Kipling y Jack London por sus motivos. Pero eso no impide que sea con su barba una figura respetable…(Ríe)

¿Gálvez?


¡Yo no sé hacia dónde camina Gálvez! Me da la sensación de ser un escritor que no tiene sobre qué escribir. Comenzó queriendo ser un Tolstoi y creo que terminará como un vulgar marqués de la Capránica, haciendo novelones históricos. Francamente creo que Gálvez no tiene nada que decir ya.

 ¿Enrique Larreta?


Un señor de buena sociedad, con mucha plata, que tarda en escribir una novela mediocre como “Zogoibi” lo que otro tardaría en escribir una novela buena. Su único libro, “La Gloria de Don Ramiro”, no creo que lo autorice a ese señor a hacerse festejar en todas partes como si fuera un genio. En realidad, Larreta es inferior a Manzoni; quizá, literariamente, uno de los escritores más hondos que tenemos.

Arlt deja nuevamente el sillón y camina hacia el lado opuesto de la habitación. Abre un aparador cristalero de roble y espejos biselados, del que toma dos copas y una botella de cognac Martell. Regresa al sillón y mientras sirve ambas copas, me dice:


Todos estos prosistas serían en España, Francia e Italia, escritores de quinto orden. Les falta “metier”, inquietudes, problemas, sensibilidad y todos los factores nerviosos necesarios para interesar a la gente. Salvo Quiroga y Lynch, estos caballeros de los que hemos hablado, lo que podrían hacer es dejar la pluma y lo que usted llama “la cultura nacional” no perdería nada.

Pero a su juicio; ¿cuál de todos ellos, tendría la personalidad, el espíritu literario maduro?


¡En nuestro país ese espíritu no existe!

¿Y candidatos a serlo?

Ah! Candidatos a serlo, seríamos varios! Pero hay que trabajar y aquel que se va a poner las botas de potro, aún no ha mostrado ni la uña. ¡Qué esperanza!

Bueno, digamos, los que se aproximan, al menos en este momento.


Vea; como cuentista, Quiroga. Poeta, Lugones. Ensayista, Rojas. Novelista, Larreta… ¡Pero entendamos, en la Argentina de este momento!

Entonces, de todo este momento literario, ¿no quedará nada en las bibliotecas dentro de cien años?


¡Sí, quedará! Quedará seguramente Güiraldes con su Segundo Sombra; Larreta con “La Gloria de Don Ramiro”; Cstelnuovo con “Tinieblas”, Mallea con “Cuentos para una inglesa desesperada” Quizás yo con “El Juguete Rabioso”… De todos estos libros algo va a  quedar. El resto se hunde; hay escritores con más fama de la que merecen.

Hablemos un poco de los escritores de las nuevas tendencias agrupadas bajo el nombre de Florida.


Me interesa Armando Villar, que creo encierra un poeta exquisito, Barnárdez, Mallea, Mastronardi, Olivari y Alberto Pinetta. Esta gente, con excepción de Mallea y Villar, por lo hecho hasta ahora, no se sabe a dónde van ni lo que quieren. Los libros más interesantes de este grupo Florida, son “Cuentos para una inglesa desesperada”, “Tierra Amanecida”, “La Musa de la Mala Pata” y “Miseria de Quinta Edición” De Bernárdez podría citar algunos poemas y de Borges algunos ensayos.

Hablemos ahora, entonces del Grupo Boedo.


Allí, anote en su libreta a Castelnuovo, Mariani, Eandi, Barletta y a mí. La característica de este grupo sería su interés por el sufrimiento humano, su desprecio por el arte de quincalla, la honradez con que ha realizado lo que estaba al alcance de su mano y la inquietud que en algunas páginas de estos autores se encuentra  y que los salvará del olvido.

¿Qué imagina que pensarán en el futuro de los escritores de Boedo?


Cuando las nuevas generaciones vengan y puedan leer algo de todo lo que se ha escrito en estos años, se preguntarán: ¿Cómo hicieron estos tipos para no dejarse contagiar por esa ola de modernismo que dominaba en todas partes?

Arlt mira mi libreta de apuntes, la toma y ve que escribí poco. No puedo decirle que tengo un grabador a pilas en el bolsillo pequeño de mi saco y que los periodistas de este siglo ya no usamos tanto la taquigrafía: - Tengo muy buena memoria y uso poco la taquigrafía– le digo mientras me devuelve la libreta.


¿Ve, usted? Hay quienes tienen una buena herramienta para trabajar pero la usan poco… Así se puede entender también a los escritores desorientados; aquellos que tienen herramientas buenas pero las usan poco, porque les falta el material sobre el que desarrollar sus habilidades, estos son los que yo llamo escritores desorientados

¿Algunos ejemplos?


Bernárdez, Borges, Mariani, Córdova Iturburu, Raúl González Tuñón, Pondal Ríos… La desorientación de estos escritores yo la atribuyo a la falta de un problema religioso y social coordinado en estos hombres. Fíjese; Roberto Mariani es un escritor en “Los Cuentos de la Oficina” y es otro tipo de escritor en “El Amor Agresivo” y finalmente otro muy diverso en los cuentos que ha publicado en “La Nación” Lo mismo podemos decir de Córdova Iturburu, “El pájaro, el árbol y la fuente” es completamente distinto del autor a “Las danzas de la luna”. Igual digo de Raúl González Tuñón; “El Violín del Diablo” parece ser una obra de un escritor distinto al autor de “Miércoles de Ceniza”

Pero, no me queda claro que tenga  relación con la falta de un problema social o religioso.


Es así, porque estos hombres tienen inquietudes intelectuales y estéticas y no espirituales e instintivas. Esta gente, a excepción de Mariani, no cree que el arte tenga que ver con el problema social, ni tampoco con el problema religioso. Y entonces trabajan con pocos elementos, fríos y derivados de otras literaturas en decadencia.

¿Qué me puede decir de los suplementos literarios de los diarios?


El suplemento literario de “La Prensa” está acaparado por tres escritores argentinos que pueden agradar al público que lee los avisos de ese rotativo. Bufano, Fernández Moreno y Fausto Burgos, tan calamitoso este último, que muchas veces me he preguntado “qué es lo que piensa” el director del suplemento para aceptarlo. El caso de Fernández Moreno es más claro y se dirige a las horteras que los pueden entender, ahora, Alfredo Bufano, ¡es el acabose!

¿Y el suplemento de “La Nación”?

Ah, el suplemento de “La Nación” por el contrario, es un disloque. Ha publicado ya tanta inocentada y su aparente eclecticismo es tan indigesto, que ya nadie tiene interés en publicar en La Nación. Pero ninguno de estos dos suplementos realiza un plan cultural. El público mira las fotografías y hace a un lado el suplemento cultural, lo tira al cesto. Si no me cree, vaya usted un domingo a la mañana a una estación del subterráneo, ahí podrá verificar lo que le digo.

¿Y en cuanto a las revistas como “Nosotros”, “Criterio” y “Síntesis” que me puede decir?


¡Que son revistas que no he leído nunca!

¿Y en lo que respecta a Claridad?


Que está mal escrita, peor compuesta y sin un método inteligente, pero tiene un público obrero y desempeña una misión social muy útil.

¿Qué opina usted de Roberto Arlt?


¿Qué opino de mí mismo? Que soy un individuo inquieto y angustiado por este permanente problema: de qué modo debe vivir el hombre para ser feliz, o mejor dicho, de qué modo debería vivir yo para ser completamente dichoso. Como uno no puede hacer de su vida un laboratorio de ensayos por falta de tiempo, dinero y cultura, desdoblo de mis deseos personajes imaginarios que trato de novelar y al novelar estos personajes comprendo si yo, Roberto Arlt, viviendo del modo A, B o C, sería o no feliz. Para realizar esto no sigo ninguna técnica, ni ella me interesa.

¿Tiene un plan de trabajo a la hora de escribir?


Roberto Mariani, mi buen amigo, me ha aconsejado siempre el uso de un plan, pero cuando he intentado hacerlo he comprobado que, a la media hora, me aparto por completo de lo que proyecté. Lo único que sé es que el personaje se forma en lo subconsciente de uno como el niño en el vientre de la mujer. Que este personaje tiene a veces intereses contrarios a los planes de la novela, que realiza actos tan estrafalarios que uno como hombre se asombra de contener tales fantasmas. En síntesis, este trabajo de componer novelas, soñar y andar a las cavilaciones con monigotes interiores, es muy divertido y seductor.


¿A qué público de hombres y mujeres se dirige?


Al que tenga mis problemas. Es decir: de qué modo se puede vivir feliz, dentro o fuera de la ley.


¿Le interesa un número amplio o reducido y selecto de lectores?


Eso es secundario. Ni muchos ni pocos lectores me harán mejor ni peor de lo que soy.


El tiempo de la entrevista se acorta y el que se haya puesto de pie, me indica que es hora de las últimas preguntas.

Arlt, ¿cómo ve usted en su porvenir como escritor?


Tengo una fe inquebrantable en mi porvenir de escritor. Me he comparado con casi todos los del ambiente y he visto que toda esta buena gente tenía preocupación estética o humana, pero no en sí mismos, sino respecto de los otros. Esta especie de generosidad es tan fatal para el escritor, del mismo modo que le sería fatal a un hombre que quisiera hacer fortuna ser tan honrado con los bienes de otro como con los suyos. Creo que en esto les llevo ventaja a todos. Soy un perfecto egoísta. La felicidad del hombre y de la humanidad no me interesa un pepino. Pero en cambio el problema de mi felicidad me interesa tan enormemente, que siempre que lance una novela, los otros, aunque no quieran, tendrán que interesarse en la forma en que resuelven sus problemas mis personajes, que son pedazos de mí mismo.

¿Eso lo diferencia de otros escritores de su tiempo?


Aquí los escritores viven más o menos felices. Nadie tiene problemas, a no ser las pavadas de si tal palabra ha de rimar o no. En definitiva, todos viven una existencia tan tibia que un sujeto que tiene problemas, acaba por decirse: “La Argentina es una jauja. El primero que haga un poco de psicología y de cosas extrañas, se meterá en el bolsillo a esta gente”.

Me despido de Arlt con un fuerte apretón de manos; me hace prometer que le haré llegar el primer número de la nueva revista donde publicaré esta nota; una promesa que nunca podré cumplir, pero sé que dentro de 90 años me sabrá disculpar.


*No las preguntas ni las circunstancias, pero las palabras adjudicados a Roberto Arlt en este reportaje “intervenido” le son propias en un reportaje real publicado en el N°12 de la Revista “La Literatura Argentina” de Agosto de 1929.


Cuando la intolerancia religiosa destruyó el Teatro Argentino en 1973

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Por Roberto Famá Hernández

Ubiquémonos a inicios de mayo de 1973; abril termina con un atentado; es muerto por un comando guerrillero el Vicealmirante Hermes Quijada y en la tapa de Clarín del 2 de mayo se lee “Ley Marcial”. Se impone así la pena de muerte en Argentina, mientras Cámpora, presidente electo, se prepara para asumir el gobierno pero no el poder pleno; es que la dictadura de Lanusse lo presiona y discute con él una ley de amnistía, el ERP y otras agrupaciones guerrilleras menores, desconocen la democracia. Las luchas internas dentro del peronismo apremian "al Tío" desde la izquierda y desde la derecha, del mismo modo tironean los sindicatos, mientras el país todo es un hervidero social, más bien una caldera que parece estar a punto de estallar.


En medio de ese clima el arte no se detiene; el Teatro Argentino, de Bartolomé Mitre 1440 en la Ciudad de Buenos Aires está a días de cumplir 89 años. Nacido como teatro de zarzuela, su acústica es ideal para espectáculos musicales y su actual propietario, Alejandro Romay, que obtuvo allí un resonante éxito presentando “Hair” en 1971, ahora ha invertido más de doscientos mil dólares para presentar Jesus Christ Superstar la ópera rock con música de Andrew Lloyd Webber y letras de Tim Riceque que ha hecho furor en Broadway y en Londres, donde ha despertado serias polémicas con grupos ultracatólicos.



Alejandro Romay dijo públicamente que la versión a estrenarse el miércoles dos de mayo en su teatro, no buscaba provocar polémicas. Por su parte, Monseñor Juan Carlos Aramburu en su homilía del domingo anterior, al referirse al estreno de la obra dijo que “existen actualmente promesas de garantía pública y privadamente manifestadas, de que en la obra a representarse en nuestro medio, se harán las modificaciones necesarias, tanto en su texto como en su representación escénica y así se respetarán y no serán heridas las convicciones y los sentimientos religiosos del pueblo argentino”  



A las 7 de la mañana de aquel miércoles dos de mayo una espesa niebla cubre la ciudad de Buenos Aires; no se logra ver a más de 30 metros. Alberto Abagnino, el sereno a cargo del teatro, desde muy temprano asiste, permitiendo el acceso a diferentes técnicos y electricistas que vienen llegando, para ir ajustando la “puesta de luces” y escenografía. Abagnino no puede conocerlos ni identificarlos a todos, vienen con bolsos y herramientas de trabajo, eso le basta, los saluda y sin más trámite les permite el acceso.

A las 7,30 ya son 25 las personas que están trabajando allí. 

Supervisando todo están Juan Carlos Suárez y Mario Vanarelli, responsable del diseño de luces el primero y el segundo de escenografía y vestuario. Sentado junto al pasillo, en fila 10, observa el trabajo Charles Gray, el actor y director inglés, contratado por Romay especialmente para este estreno, al que al fin ha llegado luego de 6 meses de intensos ensayos de jornada completa. A las 7,45  contempla feliz la etapa final de su trabajo, junto a su asistente y su traductor, Alberto Sánchez Sorondo, que lo acompaña en todo momento ya que Charles Gray no habla ni una palabra de castellano.

Es por eso que no entiende ni se alarma cuando alguien detrás  de ellos dice: - ¡De pie y no se muevan! – dos jóvenes con sus caras tapadas por el cuello alto de sus poleras de lana negra, les apuntan con sus revólveres. Gray  recién comprende cuando, por la cara de estupor de su asistente, gira para ver qué sucede y lo que ve lo deja impávido, pero no se perturba y sólo repite: - okey, okey… él cree que es un robo.


Pero el pánico llego de inmediato cuando cuatro bombas incendiarias de tipo Moltov, arrojadas desde el pullman caen sobre el escenario. Al instante comienza a arder la escenografía. Otras tres bombas caen sobre el foso de orquesta y entra en llamas el telón de boca. Cuatro más son arrojadas en los palcos. Artistas y técnicos pretenden correr hacia la salida, pero no menos de cinco balazos al techo intimidan a todos y por un momento se arrojan al piso, viendo como siete desconocidos ganan la salida sin arrojar panfletos ni gritar consigna alguna. Detrás corren todos los que allí estaban, mientras el fuego alcanza ya los paneles acústicos del techo.  En el hall de entrada se escucha que golpean desde el interior la puerta de acceso al baño del público, es Alberto Abagnino que pide auxilio; entre varios logran forzar la puerta y rescatar al sereno.


Veinte minutos después cuatro dotaciones de bomberos del Cuartel Central con cinco líneas de mangueras atacan el fuego. Recién a las 10,15  han logrado circunscribir el fuego para que no se propague a los edificios linderos. Ya, a las 11,30, el fuego se ha extinguido por completo, pero el Teatro Argentino también; nada ha quedado en pie, sólo cenizas, dolor e indignación.





FANNY NAVARRO Y EL ENSAÑAMIENTO DEL ANTIPERONISMO

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Por Roberto Famá Hernández

Héctor Olivera en su película del 2004, "Ay Juancito" fue extremadamente agresivo a la hora de retratar a una de las mayores divas del cine y del teatro que ha dado este país: la señora Fanny Navarro. 

Olivera se esmeró en retratarla con trazo grueso: según su película era una desaprensiva trepadora que, con tal de hacerse famosa, no dudó en subirse a la cama de Juan Duarte; hombre de finos bigotes, sospechado de corrupción, hermano de Eva Duarte y secretario privado del general Perón.


Pero la verdad es que no solamente Olivera, él y muchos pretenden aún hoy ignorar  que en 1934, cuando Juan Duarte era apenas un modesto vendedor de jabón en Junín, Fanny Navarro ya figuraba en el reparto de una ópera en el Teatro Colón que encabezaba, nada menos, Claudia Muzzio, y cinco años después protagonizaba "Ambición", el film de Adelqui Millar. Cuatro años antes de que Perón llegara a la Presidencia,  la revista Antena en su Nro 537 del 5 de junio de 1941 la dedicó su tapa.  

Es obvio, entonces, que cuando Duarte la conoció, Fanny Navarro ya era toda una reconocida estrella, con éxitos resonantes en su carrera  una muy buena actriz, del drama, la comedia y la revista porteña, que brillaba en el Maipo tanto como en el Cervantes, con un entremés ligero o protagonizando el Antígona Vélez de Leopoldo Marechal y, además era hermosa, una muñequita de cabellos negros y sonrisa franca que al enamorarse de Juan Duarte se condenó a una serie de desgracias interminables. 

Si cometió errores, estos fueron agrandados por sus enemigos y los enemigos del peronismo (delaciones, confección de listas negras, bienes mal habidos, etc.) Quienes investigaron su vida nunca encontraron pruebas para acusarla de algo y, al contrario, descubren que ella fue, ya desde 1953 hasta su muerte, el chivo expiatorio del gobierno peronista en su caída, y de los siguientes gobiernos en su revancha. 

Una de las obsesiones de la Revolución Fusiladora de Aramburu  fue demostrar que Juan Duarte había sido asesinado. La comisión investigadora Nº 58 fue presidida por un tal  Molinari, pero en realidad estaba dirigida por Próspero Germán Fernández Alvariño, torturador sádico de la dictadura conocido como el Capitán Gandhi, que ordenó cortarle la cabeza al cadáver de Juan Duarte, con la excusa de analizar el orificio de la bala. 

La necrofilia antiperonista de este nefasto personaje Capitán Gandhi, no tuvo límites: durante uno de los interrogatorios a que fue sometida Fanny Navarro, el Capitán Gandhi mandó traer la cabeza tapada, que descubrió súbitamente ante la actriz. Ella se desvaneció en el acto. Jamás pudo recuperarse de ésta y otras crueldades. Aislada por sus colegas, su vida se precipitó como un meteorito. Los sesenta la sorprendieron con trabajo escaso y mal pago, al borde de la indigencia y con frecuentes ataques de pánico que la llevaron a sucesivos intentos de suicidio. Vivía prácticamente recluida, cuidando de su madre y de sus sobrinos. Enferma de las coronarias, de amargura y soledad, murió en 1971, a los 51 años.




El “Teatro Boedo; La Catedral del género chico ”

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Breve reseña sobre el desaparecido “Teatro Boedo”; conocido como la catedral del género chico.

Por Roberto Famá Hernández




El desaparecido Teatro Boedo, que supo tener su etapa de gloria durante las tres primeras décadas del Siglo XX, fue posible por la visión de un catalán llamado Jaime Cullen, cuya actividad principal era la comercialización mayorista de aceites.

Negocio próspero para la época que, luego de algunos años de ahorros y esfuerzos, le permitió  contar con el dinero suficiente como para construir sobre Av. Boedo 944 una casa de inquilinato.


Pero a poco andar en su propósito, Cullen decidió que mejor era construir un teatro dedicado al barrio de Boedo, a pesar que el barrio ya contaba con algunas otras salas pequeñas, como la ubicada en Boedo y San Ignacio inaugurada en 1901 y el Teatro América, sin palcos, ubicado a menos de cien metros del teatro que construía Cullen.


 Es decir, un teatro más, en un barrio netamente obrero, humilde, pero que tenía  un apetito cultural enorme, fomentado por las agrupaciones anarquistas primero, socialistas luego, que formaban intelectuales y artistas. Además, Jaime Cullen tenía el predicamento suficiente para convocar a valiosos artistas, pese a que Boedo quedara lejos de las candilejas del centro de la ciudad. 

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Así fue que al inaugurarse en 1905, inmediatamente el Teatro Boedo se instaló como lugar de culto para grandes nombres de la dramaturgia de aquel tiempo, como Alberto Vacarezza, Carlos Pacheco, Julio Sánchez Gardel, Florencio Sánchez y otros, junto a artistas profesionales de buen nivel e intelectuales como José González Castillo. 


Ya en 1917, el barrio de Boedo era una verdadera usina donde jóvenes con inquietudes artísticas e intelectuales hacían de los cafés y salas del barrio, como el Teatro Boedo, verdaderas academias populares, donde se reunían a escuchar, a exponer ideas, a debatir, allí estaban integrados grupos de intelectuales y artistas de todas las disciplinas con obreros libertarios. 

Esta usina pronto llamó la atención de gente con inquietudes de otros barrios porteños y también a músicos, poetas, pintores, escultores y actores que venían desde la zona sur del conurbano.

El 21 de julio de 1918, la Compañía de Luis Arata – Brieva , estrenó en el Teatro Boedo la obra " El tío soltero " de R. Hicken. Sobre ese escenario se presentaron las compañías teatrales más importantes de la época, como la de Eva Franco pero también tuvo su brillo la Compañía del barrio formada por Pedro Zanetta, un joven anarquista de Boedo que descubrió allí su vocación teatral y a la que durante casi 20 años le entregó su vida y allí, en esa sala, fue velado por sus compañeros de ruta; pero esa es otra historia que desarrollaré en una publicación próxima.

 El Teatro Boedo fue demolido entrada ya la década del 40 y hoy vemos allí una sucursal de una cadena de farmacias, pero el olvido no tiene lugar en Boedo.

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TRINIDAD GUEVARA; MUCHO MÁS QUE UNA EXCELENTE ACTRIZ

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Por Roberto Famá Hernández

Miembro de la Asociación Argentina de Investigación y Crítica Teatral


“24 de julio de 1873: Trinidad Ladrón de Guevara, 75 años, apoplejía serosa”:


Estas formales palabras en el Registro de Defunciones clausuraron la vida civil de la actriz más trascendente del teatro rioplatense en tiempos de Rosas, ícono de la mujer avasallante y desenfadada, que protagonizó éxitos memorables y amores escandalosos, que provocó admiración y odios viscerales, y que murió una fría noche de julio, en casa de su hija Laurentina, en la lejana Buenos Aires del siglo XIX.

Pero quizás no fue esta la única muerte de Trinidad Ladrón de Guevara, antes habrá muerto una parte de su ser, cuando le arrancaron por ser madre soltera, a su hija Carolina Martina, para ser criada por la familia del padre de la criatura; el Coronel Manuel Oribe, el militar uruguayo que llegara luego a ser el 7° presidente de Uruguay, de familia patricia, que nunca había tolerado el escándalo en la alta sociedad montevideana, a causa del nacimiento de aquella niña, el 21 de febrero de 1816, fruto de amoríos con una actriz sin linaje alguno. Así fue que cuando Oribe al fin se casó con su prima, Agustina Contucci, también patriota de la independencia, a Trinidad le arrancaron a su hija Carolina de 3 años, para ser criada “con moral y buenas costumbres”.

Es que Trinidad Ladrón de Guevara, había nacido en Santo Domingo de Soriano –actual Uruguay– el 11 de mayo de 1798, en una familia pobre; su madre Dominga Cuevas, fue una criolla sin estudios y su padre un actor y archivista oriental llamado Joaquín Ladrón de Guevara. De modo que, Trinidad pertenecía a un grupo social muy mal visto, los actores pobres, considerados inmorales, infieles a Dios y de vida liviana.

Trinidad contaba con apenas 13 años cuando hizo su primera actuación en la Compañía Cómica de Montevideo interpretando un papel menor. Por lo tanto, luego de la separación de su hija, contaba ya con amplia experiencia escénica y decidió radicarse en Buenos Aires. Rápidamente pudo entonces incorporarse al elenco del Teatro Coliseo de Buenos Aires y su éxito fue inmediato, su capacidad interpretativa y la ductilidad de su voz deslumbraron al público.

Paralelamente, su largo romance con un hombre casado con el que tuvo 6 hijos sin casarse nunca, hizo que su vida amorosa y su revolucionaria forma de vida libertaria provocara envidias y una campaña constante de injurias a lo largo de toda su carrera, que corrían a la par de la admiración incondicional del público.

Ambas condiciones, el éxito teatral, la incomprensión social por su inquietante vida y por su lucha como mujer contra la falsa moral, la acompañaron en su regreso triunfal a Montevideo, en sus actuaciones memorables en Córdoba, en Mendoza y en Chile, hasta que se retirara de la escena a los 46 años.

Aquella hija de Trinidad Guevara quizás haya entendido en su madurez, que su madre también luchó por la independencia, no de un territorio, sino de todas las mujeres, libres en la vida personal como iguales en la vida profesional.





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